sábado, 26 de julio de 2014

¿Qué tomaste? Tomé cecial. Tomé Cecial, un efímero escudero.




1. (Del lat. * siccialis, de siccus, seco.) m. Merluza u otro pescado parecido a ella, seco y curado al aire. Ú. t. c. adj. Pescado CECIAL .

Comentario al final del capítulo 2.14 y del 2.15 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Cuál es más loco" , correspondiente al día 17 de septiembre de 2009.



Habla Tomé Cecial.

Andaba yo en el limbo de los personajes secundarios del Quijote cuando vino alguien, tal vez un lector nuevo, pidiéndome que me presentara y así lo hice.

Mi nombre es Tomé Cecial y vivo en la misma aldea que don Alonso y Sancho Panza. De este último soy compadre, por haber apadrinado, en la pila bautismal, a su Sanchico. La desafortunada combinación de mi nombre con el apellido siempre ha sido motivo de burla por parte de mis vecinos: ¿Qué tomaste? Tomé cecial. El pescado cecial, o pescado seco, bacalao o merluza, ha sido siempre mi cruz.

Voy a contarles mi corta aventura, no quise fuera más larga, junto al joven bachiller Sansón, el hijo de mi tocayo Tomé Carrasco. Cierto día estaba yo destripando terrones cuando viene a mí este muchacho, siempre con ganas de reírse del prójimo y me cuenta que necesita ¡un escudero! ¡Demasiados novelones ha leído este chico! Mejor haría ocupándose de las fincas paternas, harto abandonadas. Yo le seguí la broma y me ofrecí para tan anticuado oficio. Me cogió la palabra y, al día siguiente, estaba ya de camino, en su armada compañía y en la de unas repletas alforjas: queso, fiambres, empanada de conejo albar y...buen vinillo para la bota. Los duelos con pan son menos, me dije. Y me viene bien estar unos días sin agarrar la hoz...

Al principio no me tomé muy en serio lo que decía el Sansoncico de seguir a don Alonso Quijano y a mi vecino Sancho Panza. Más tarde, me explicó que nuestro vecino había contraído la locura de ser caballero andante, como los de antaño. Y que, para forzarle a regresar a su casa, era preciso derrotarle a la manera caballeresca. Y que en ello, andaban metidos nuestro cura y maese Nicolás, el barbero. Para no ser reconocido, debía llevar unas narizotas de pasta y barniz. Más que nariz parecía una berenjena.

Ocurrió que el socarrón vino por lana y volvió trasquilado. Mi amo y el viejo hidalgo se enfrentaron armados, a caballo, en singular batalla. Y tan singular que el viejo venció al joven, aprovechando la falta de resuello del caballejo y su impericia con la lanza. Lo tiró al suelo por las ancas del caballo y, como no se movía, llegué a pensar que había muerto.

Don Alonso se apeó del rocín y fue sobre el vencido. Al descubrirle el rostro, quedó admirado, maravillado y espantado de ver al Sansoncico. Voceando, decía a mi compadre que acudiera y no sé qué de los encantadores. Sancho fue y ¡propuso a su señor que le metiera la espada por la boca! ¡Eso no! Llegué yo, sin las enormes narices de máscara, para impedir que lo matara. Y mi vecino Panza me conoció… y le pedí suplicara a su amo que perdonara la vida al mío.

. Don Alonso le puso la punta de su espada encima del rostro y le forzó a confesar que no sé qué dama de sus delirios era más hermosa que esa Casildea de Vandalia de su invención. También debía acudir mi joven amo al Toboso y presentarse ante dicha dama, Dulcinea se llamaba , no entendí para qué. Y, después, habría de volver a buscar al viejo hidalgo, a decirle “lo que con ella hubiéredes pasado”. Yo me sonreí, al oír eso...

Y, con toda su socarronería, el Sansoncico confiesa que vale más un zapato viejo de Dulcinea que las barbas de Casildea. ¡Uno de los solteros más solicitados de la aldea y elige a la mujer barbuda que de lejos se la saluda! Y promete ir y contarlo todo a la vuelta. Lo que sea, pero su merced aparte esa espada...

No acabaron ahí los juramentos. Don Alonso deseaba también que confesara que cierto caballero al que venció Carrasco no fue ni pudo ser Don Quijote de la Mancha. ¿Un doble de don Alonso por ahí? Hasta entonces, yo sabía que se llamaba Quijana pero ignoraba lo de “don” y lo de Quijote. Al pobre Quijano debía tener seco el celebro. Y mi señor, maltrecho, en el suelo, y con todos sus espejos lunáticos, medio rotos, a cuestas. Jura, confiesa…lo que le mande su merced.

Lo levantamos y Sancho no podía creer que yo fuera el Tomé Cecial de su pueblo. ¡Cómo me miraba! ¡Qué ojos de búho! Caballero y escudero vuelven a su camino, creo que para Zaragoza. Nosotros nos apartamos de tan singular pareja. Contento, ufano, vanaglorioso va don Quijote por la victoria mientras mi Sansoncico, sólo tiene puesto su pensamiento en buscar un algebrista que bizmara y entablara sus magulladas costillas.

Mi señor don Sansón ya había aclarado mis dudas. Si aconsejó a don Quijote que prosiguiera sus pasadas aventuras caballerescas fue por haber tramado, con el cura y el barbero, cuál sería la mejor manera de obligarlo a permanecer quietecito en casa, sin locas tentaciones aventureras. Decidieron por mayoría, ante la imposibilidad de detenerle, permitirle salir y que el bachiller le saliera al camino y entablara batalla, qué no faltaría motivo y, por supuesto, lo venciera. Previamente, ambos contendientes pactarían que el vencido quedase sujeto al antojo del vencedor. El vencedor sería Sansón y lo mandaría a su casa por dos años, por lo menos. No les cabía en la cabeza que don Quijote saliese victorioso.

Ya os he contado cómo me ofrecí. Salimos del pueblo y seguimos el mismo itinerario quijotesco. Vimos de lejos como se encontraban con un carro de comediantes. Les alcanzamos en aquel bosque donde los criados tuvimos un encuentro pacífico y los señores trabaron batalla...Para que luego digan...

Cuando nos quedamos solos, le preguntaba al bachiller, a la vista de los hechos, con el debido respeto, a ver quién era más loco, si “el que lo es por no poder menos o el que lo es por su voluntad”. Él me contestó que el uno lo será siempre y el otro abandonará la locura cuando desee. Hasta aquí quería llegar, para mostrarle mi decisión de abandonar la aventura y volver a mi casa. No le pareció mal mi decisión, pero me reveló que él no volvería a la suya hasta haber molido a palos al que le molió las costillas. Mi Sansonico ya no está empeñado en que el hidalgo recobre el juicio sino que, ahora, le mueve la venganza. No parará hasta vengar el dolor de sus lomos.

Por fin, llegamos a un pueblo donde hallamos un algebrista que mitigó ese dolor. Yo tomé el camino que me llevaba con los míos y la historia, esa que anda escrita por ahí, promete volver a hablar de mí.

Un abrazo para todos


María Ángeles Merino

Copiado de esta entrada.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/09/que-tomaste-tome-cecial-tome-cecial-un.html

jueves, 24 de julio de 2014

"...la fresca aurora...descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas..."



"En esto , ya comenzaban a gorjear en los árboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecía que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas..."


Comentario al capítulo 2.14 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Un conflicto de identidades entre parodia y burla", correspondiente al día 10 de septiembre de 2009.

En el capítulo anterior dialogaban los mozos, en éste razonan los caballeros. Cervantes rompe con la normativa clasista para ajustarse a su esquema: diálogo-acción. 


Comienza el del Bosque con sus cuitas amorosas. Ay, su Casildea de Vandalia ¡qué hercúleos trabajos le ordena! Someter a la broncínea giganta Giralda para que no soplen sino vientos norte, practicar halterofilia con los pétreos toros de Guisando y zambullirse en la egabrense sima, desvelando sus infernales secretos. Ni por esas se ablanda el corazón helado de Casildea. El boscoso sólo consigue esperanzas muertas y desdenes vivos. Y veamos la última ocurrencia de la caprichosa vándala: que su valiente y enamorado caballero recorra toda España, en busca de otros andantes, para extraerles una trascendental confesión: Casildea es la más hermosa entre todas las mujeres vivas. Afirma haber rendido a muchos que no han osado contradecirle y se muestra orgulloso de haber vencido al supremo vencedor: el tal don Quijote. ¡Y le ha forzado a confesar que Casildea es más bella que Dulcinea! ¡La gloria, la fama y la honra transferidas al forestal caballero!

Pero… ¿qué herejías dice este mentecato? ¿Don Quijote vencido? ¿Don Quijote reconociendo que hay una mujer más bella que Dulcinea? Nuestro caballero es una bomba a punto de explotar. A punto está de gritar el” mentís”, pero se contiene cortésmente. Otros caballeros, tal vez, hayan realizado tan extravagante confesión. El de la Mancha, jamás. Alguien parecido, podría ser…

El del Bosque replica, como un nuevo César, que peleó, venció y rindió a un hombre alto, seco, avellanado, con grandes y lacios bigotes…su escudero Sancho, su rocín Rocinante y su enamorada Dulcinea. Todo coincide y su espada” hará dar crédito a la mesma incredulidad “.

El de la Triste Figura, sosegado, reconoce que las señas son “puntuales y ciertas” y da la explicación en línea con su locura. Un enemigo encantador habrá tomado la figura de ése don Quijote, su mayor amigo, dejándose vencer por privarle de la fama. Y hay uno muy especial, el “que de ordinario le persigue”. ¿Avellaneda? No sabemos si, al escribir estas líneas, Cervantes poseía noticias del Quijote apócrifo.

Al recordar la conversión de Dulcinea en una “aldeana soez”, se acaba la contención del caballero. No se le aparta de la mente la imagen saltarina y pollinesca de aquella labradora. No aguanta más, se presenta como don Quijote y le desafía con la fórmula habitual. El del Bosque, sosegadamente, acepta el reto. Si pudo vencer al doble, podrá derrotar al auténtico. Mas pone dos condiciones que su rival acepta: no han de combatir a oscuras, eso es de rufianes, y el vencido quedará a disposición del vencedor.

El forestal y el manchego van en busca de sus criados que duermen juntitos, en amor y compañía, bajo los efectos del tintorro y la lepórida empanada. Los señoritos espabilan a los roncadores y les mandan a buscar a los cuadrúpedos. Se anuncia una batalla “sangrienta, singular y desigual” y el buen escudero teme por su loco amo.

El criado del forestal hace saber a Sancho que si los amos pelean, los criados han de pelear también. Y Sancho, que todavía luce en su cuerpo las señales de los pasados golpes, muestra un ejemplar pacifismo. Eso para los rufianes, no para escuderos. Su amo se sabe al dedillo todas las ordenanzas y nunca le ha oído decir tal disparate. Y si fuera verdad, no la cumplirá, antes pagará la pena por desobediencia; que le saldrá más barato que las hilas precisas para curar una cabeza partida, cual sandía. Y, además, como no tiene espada…

No hace falta espada, su oponente propone una riña a talegazos. Y las talegas con relleno de guijarros. ¡Con lo que duele eso! ¡Ni con relleno de capullos de seda! Bebamos y vivamos mientras los señoritos se lastiman. Ya caeremos del árbol de la vida, como fruta madura.

El del Bosque insiste, venga, por lo menos media horita… Pero Sancho, con muy buen juicio, se niega a pelearse con quien ha comido y bebido. Y, además, sin cólera y sin enojo ¿cómo reñir? ¿reñir a secas? Para que no sea a secas, el colega propone adelantarse con tres o cuatro bofetadas para la dormilona cólera. ¡Bueno es Sancho para dejarse sobar el rostro! En ese caso, replica, contestaría con unos garrotazos que le hagan dormir y no despertar, a no ser en presencia de San Pedro. La violencia de Sancho no pasa de ser verbal, propone que dejen dormir la cólera, que así lo quiere Dios y concluye con una fórmula de aplazamiento usada por escribanos: “que corra por su cuenta todo el mal y daño que de nuestra pendencia resultare”.

“Amanecerá Dios y medraremos” replica el criado boscoso y, en efecto, amanece. Un amanecer muy literario, tal vez parodia de otros textos, quizás tópico, pero me gusta. Gorjeo de pajarillos, aurora, balcón de Oriente, líquidas perlas de rocío, yerbas cuajadas de aljófar, sauces con maná, fuentes reidoras, arroyos murmuradores…se hace la luz y, entre tanta belleza, asoma la narizota del otro escudero: enorme, curva, con verrugas, amoratada. Contraste barroco…Sancho se ríe convulsamente y piensa que a ver quién se atreve con semejante “vestiglo”.

El rival de don Quijote oculta el rostro tras la celada, es membrudo mas no muy alto y, sobre sus armas, lleva una tela con muchos espejuelos en forma de luna. No olvida las plumas verdes, amarillas y blancas. Vistoso, sí señor. Muestra ser de grandes fuerzas, la lanza es enorme y muy gruesa; pero nada de eso intimida a nuestro valiente caballero.

El del Bosque se niega a alzarse la visera y pone un pretexto tonto. Don Quijote le pide que, mientras suben al caballo, manifieste si está ante el mismo don Quijote que fue vencido. Su rival contesta afirmativamente, se le parece como un huevo a otro.

Ambos contendientes toman la distancia necesaria para embestir. Sancho se va detrás de su amo porque no quiere quedarse con el narigudo. Le pide que le ayude a subirse a un alcornoque para ver mejor el encuentro, a lo cual accede que, en lo del miedo al narizotas , no le falta razón a Sancho.

El de los Espejos va al encuentro de su enemigo, en un mediano trote, más no sabe; pero viéndole ocupado en aupar a Sancho, se detiene en mitad de la carrera. El caballo agradece este descanso. Uf , el pobre caballejo ya no podía más. El de la Mancha imagina que su enemigo viene volando y, arrimando las espuelas al pobre rocín , le hace correr por primera vez en su vida. Con furia llega donde el de las lunas no consigue que su caballo se mueva un dedo, a pesar de aguijarle a fondo. Don Quijote aprovecha que el de las plumas no acierta a poner la lana en ristre. Le derriba, haciéndole caer por las ancas. No mueve pies ni manos ¿estará muerto?


Un abrazo:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada :"...la fresca aurora...descubriendo la hermosura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un número infinito de líquidas perlas..."
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/09/la-fresca-auroradescubriendo-la.html

Aquellos cien ducados, el cariño de Sancho y una empanada bien regada.


Ducados

Tercera parte del comentario al capítulo 2.13 del Quijote, titulada “Coloquio entre escuderos”, correspondiente al día 3 de septiembre de 2009. 

Ahora reconoce que aquella bolsa de cien ducados, la de Sierra Morena, es el cebo. Desde entonces, el diablo alienta su ambición y ahora sueña con un talego lleno de doblones que lleva a su casa y ¡a vivir de las rentas! Es lo que hace llevaderos los trabajos, con un amo más loco que caballero. ¡Lo soltaste! Su colega manifiesta que más loco es el suyo, loco para que otro recupere el juicio. Y enamorado de una tal Casildea de Vandalia, la “más cruda y la más asada señora”, según las socarronas palabras escuderiles. Esta socarronería ¿a qué o quién os suena?

Sancho confía en consolarse con este colega que sirve “a un amo tan tonto” como el suyo. ¿Está llamando tonto a don Quijote? Pero, cuando el del Bosque califica de bellaco a su amo, el cariño sale a borbotones. Bellaco, ni hablar, incapaz de hacer mal, más sencillo que un niño…Y confiesa que le quiere y que, aunque haga disparates, no podrá dejarle. Mas el compañero le anima a retirarse porque es peligroso que el ciego guíe al ciego.

El “bosqueril escudero” nota que Sancho escupe a menudo y que la saliva sale espesita, mejor no nos imaginamos su color. Caritativo, ofrece unos buenos despegadores de lengua: una gran bota de vino y una hermosa empanada de un enorme conejo albar. Sancho está sorprendido. ¡Así cualquiera va a deshacer tuertos! ¡Con el repuesto de un general! Queso pétreo, un puñado de algarrobas y algunas nueces suelen contener sus alforjas… no siempre. En muchas ocasiones, se echa mano a tagarninas y piruétanos que la Madre Naturaleza ofrece. Es la dieta del caballero andante: “frutas secas” y “yerbas del campo”. 



¿TagarninaS?

Sancho, a comer se ha dicho, que cuando te dan la vaquilla, corre ?on la soguilla. Pega grandes bocados y traga a oscuras. Empina la bota, con vocación de astrólogo, mirando a las estrellas durante un cuarto de hora. Y él, que se había ofendido por las expresiones puteriles, exclama, alabando el vino: “¡Oh hideputa bellaco, y cómo es católico!”. Está demostrado, lo de hijo puta puede ser una alabanza y Sancho ha de reconocerlo así. 


Una empanada bien regada

Además, demuestra ser un buen catador de vinos, adivinando que lo de la bota es viejo y de Ciudad Real. No en balde, y según cuenta, de su familia paterna fueron dos excelentes catavinos o “mojones”, los mejores que vio la Mancha en muchos años. Cervantes, en cuya cabeza bullen miles de historias, convierte a éstos en protagonistas de un pequeño cuento que cierra el capítulo. Uno afirmaba que el vino sabía a hierro y otro aseguraba que su sabor era el del cordobán. Al final, se vacía la cuba y tenían razón los dos: había en el fondo una llave con una correa de cordobán. 

El del Bosque insiste en que ambos deben dejar las aventuras. Sancho fija un plazo, servirá a su amo hasta que llegue a Zaragoza. Hablan y beben tanto que el sueño les ata las lenguas. Se quedan como troncos, con trozos de la empanada a medio mascar. Queda pendiente lo de los caballeros…

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/09/aquellos-cien-ducados-el-carino-de.html

miércoles, 23 de julio de 2014

"...una muchacha a quien crío para condesa, si Dios fuere servido..."



Lo he dividido en tres partes. Ésta la titulo: 


"...una muchacha a quien crío para condesa, si Dios fuere servido..."

A continuación, llega el momento de tocarle en su corazoncillo de padre y el del Bosque da en el blanco. Si éste tiene tres perlas, Sancho tiene dos, “especialmente una muchacha “a quien cría “para condesa”.

Su hijo varón no parece inspirarle ninguna ilusión de futuro, en unos tiempos en que las ilusiones se ponían en los hijos varones, a las hembras se las casaba, nada más. Fue Teresa Panza, en el capítulo V de esta segunda parte, la que nos habló del futuro de su hijo: “Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el abad le ha de dejar hecho de la Iglesia”. Nada más, apenas dos líneas.

Cervantes vivió rodeado de mujeres: esposa, hermana, hija natural y sobrina; sin hijos varones. Tal vez por eso, no se siente inspirado con el vástago del escudero.

La futura condesa tiene quince años, más o menos. Es alta, fresca y fuerte. Su padre la pinta tan bien que el escudero colega exclama: “¡Oh hideputa, puta, y qué rejo debe de tener la bellaca! “. Sancho se irrita, no recuerda que, en su día, él dedicó unas palabras semejantes a la también forzuda Aldonza-Dulcinea. Sobre todo no aguanta lo de “puta”, ni ella es puta, ni su madre…El del Bosque le explica que la expresión se usa para decir que algo está muy bien hecho, aunque parezca lo contrario.

De todas maneras, no gustan a Sancho tantas “puterías”. Y hablando de sus hijos se pone “malencónico” y saca fuera sus verdaderos sentimientos. En realidad, desea salir de este peligroso oficio y ver a sus hijos.

Un abrazo de:



María Ángeles Merino

"Harto mejor sería que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas"





Casas deshabitadas (Palacios de Benaver)

Primera parte del comentario al capítulo 2.13 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Coloquio entre escuderos", correspondiente al día 3 de septiembre de 2009.

Lo divido en tres partes. Esta primera la titulo "Harto mejor sería que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas"


"Harto mejor sería que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas"

Caballeros y escuderos están divididos: los unos hablan de amores, los otros cuentan sus vidas. ¿Vidas sin amor? ¿Amores sin vida?

Aunque la clasista normativa establece que, en el género narrativo, “razonen” primero los amos, aquí lo hacen los criados. Cervantes se salta la norma para seguir su esquema: a continuación del diálogo de los “mozos”, los caballeros dialogan e inmediatamente pasan a la acción, sin interrupciones. Como escritor se disculpa, él sólo transcribe, ay Cide Hamete. Dejo constancia de que me sé la norma, parece que nos está diciendo. Y también me la salto cuando conviene, añadiría.

El del Bosque quiere que el de don Quijote reflexione acerca de su “trabajosa vida” de escudero, comiendo el pan aliñado “en el sudor” de sus rostros. A Sancho no le debe molestar mucho el sudor, antes se acuerda del “yelo” y nos sorprende la primera alusión a las inclemencias del tiempo, en esta obra. El frío, el calor y el “viento que sopla”, nada comparado con el hambre, que también hay mucho de eso.

El del Bosque empieza a tirarle de la lengua: el premio será una ínsula, un condado, un canonicato…Eso último, no, ya sabemos que lo eclesiástico no es del gusto de Sancho, él sueña con esa ínsula que, su “liberal” amo, le tiene prometida. Su colega le advierte, hay gobiernos insulanos “torcidos”, “pobres”, “malencónicos”. Y puesto que todos, incluso los mejores, traen quebraderos de cabeza e incomodidades, mejor estarían ambos en sus casas, con sus rocines, sus galgos y sus cañas de pescar.

Qué bien le está pintando a Sancho la vuelta a casa, nada le dice de los terrones que hay que destripar. Por cierto: ¿cómo se las arreglarían, en las faenas, Teresa y sus hijos casi niños, sin su padre? Bueno, no nos salgamos fuera del libro. Rocín, lo que se dice rocín, no tiene; pero le basta con su rucio, ay su rucio, lo que vale. En cuanto a los galgos, los hay sobrados en la aldea, menudos conciertos organizan las noches de luna llena. Ay, María Ángeles, otra vez pones un pie fuera del texto…

Un abrazo a todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada del mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/09/harto-mejor-seria-que-los-que.html

martes, 22 de julio de 2014

Unos árboles altos y sombrosos, una pareja de hecho y el caballero del Bosque.


Éstos son los más altos y sombrosos de los que tengo cerca (la Quinta)

Comentario al capítulo 2.12 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "El Caballero del Bosque", correspondiente al día 27 de agosto de 2009.

No todos los días se vive una aventura con un demonio, un emperador y la mismísima Muerte. No es de extrañar que el caballero y el escudero hablen de ella, después de haberla vivido, mientras cenan del “repuesto”, cobijados por unos "altos y sombrosos árboles”. Me temo que, en la actualidad, no abunden las frondosidades por tierras manchegas.

Sancho se alegra de haber optado por los crías, ante la ausencia de “despojos”, en el último episodio. A propósito, Don Quijote le apunta, con sorna, que si hubieran atacado, podría haberse quedado con la áurea corona imperial. Sancho replica, él ya sabe que las coronas de los emperadores farsantes son siempre de hojalata y Cervantes, que se quedó con ganas de seguir hablando de la farándula y de la carátula, aprovecha la ocasión para que el hidalgo suelte su discurso en torno a un tema de ida y vuelta: el teatro espejo de la vida y la vida como teatro.

El temita nos recuerda a los pobres mortales que cada uno representamos nuestro papel teatral, mejor o peor, hasta que llega la Muerte, da por finalizada la función y ¡fuera el disfraz! Sancho ha oído muchas veces eso del teatro del mundo y así se lo hace saber a su amo. Fue un tópico clásico y medieval, muy del gusto del siglo XVII, aunque el que lo llevó a su máxima expresión, Calderón de la Barca con su auto “El Gran Teatro del Mundo”, era un muchachito cuando Cervantes escribía este capítulo.

Lo apunta Cervantes antes de que se nos ocurra preguntarnos de dónde saca este “simple” la culturilla. Don Quijote nota que su criado ha ganado en “discreción” y se lo hace saber. Incluso ha sido capaz de añadir otro tópico equivalente: la vida humana como partida de ajedrez, cuyas piezas van a parar, al final, al mismo saco. 


Sancho se considera un campo bien abonado por el estiércol de las palabras caballerescas y espera dar buenos frutos. Don Quijote se ríe y considera que a su criado algo de su “discreción” se le ha pegado, aunque muchas veces se despeñe con la ignorancia a cuestas. Lo suyo son los refranes…

Le dan a la húmeda buena parte de la noche hasta que a Sancho se le “cierran las compuertas”, desaliña a su rucio y le deja pastar. La misma libertad da a Rocinante, pero sin quitarle la silla, como lo ordena una vieja costumbre caballeresca.

Y al llegar aquí, Cervantes aprovecha la ocasión para hablarnos de la gran amistad del rocín y del rucio, quiere hacer un alto y dar gusto a ese lector que busca historias para reír. Nos informa de que el autor compuso varios capítulos en torno a esa cuadrúpeda amistad ; pero no los incluyó por guardar la “decencia y decoro”. Tampoco es para tanto, parece ser que los dos animalillos se rascaban el uno a otro y, una vez a gusto, pasaban las horas cuello sobre cuello, así hasta tres días. Amigos con derecho a roce, su amistad fue tan grande como la de aquellos amantes de la antigüedad: Niso y Euríalo o Pílades y Orestes. Bueno, si los compara con ésos, ya entendemos la “decencia y decoro” del autor, que los salvajes tribunales de entonces no se andaban con chiquitas a la hora de castigar la homosexualidad en la hoguera, no así en la antigua Grecia… Sea como sea, su amistad es un ejemplo para los humanos que tan mal entendemos la amistad., que si lanzas, que si chinches… 





Y sigue Cervantes, con mucha guasa, mostrándonos ejemplos de la ejemplaridad animal. Descubrimos que de las cigüeñas aprendimos lo de las lavativas, alguien se debió fijar en un cigoñino metiéndose el pico en…De los perros aprendimos a provocarnos el vómito y a ser agradecidos, esto último lo aprendimos peor…Y más lecciones de más bichillos…

Finalmente Sancho se queda dormido bajo un alcornoque, y su señor permanece dormitando, que no es lo mismo, al pie de una robusta encina. No les dura mucho el sueño porque, poco después, al de la encina le despierta un ruido. Son dos hombres a caballo que rendidos, van a descansar allí mismo. Uno de ellos, para mayor asombro de nuestro hidalgo, parla como recién salido de una novela de caballerías, se deja derribar de la silla, no puede más y cae en tierra con un crujir de hierro viejo. Croc, croc, croc. ¡Lleva las armas puestas! 



Me he encontrado al caballero del Bosque en el centro de Burgos.

Todo alborotado, don Quijote despierta a su criado ¡Aventura a la vistaaaa! No le cabe la menor duda: el tendido es un enamorado caballero andante. Sancho no ve la aventura, sólo oye un ruido como de hojalata. Su señor declara que todavía no es aventura; pero sí el principio. Está emocionado, todo es como en sus amados libros: el enamorado caballero templa un instrumento, se está preparando para cantar sus cuitas de enamorado. Ram, ram. Y lo que canta este poetastro es un soneto malísimo, imitando con poca fortuna a Garcilaso de la Vega, ya quisiera, y rematado con un ¡ay! , la guinda de la tarta.

A continuación, con voz lastimera, se queja de la hermosa Casildea de Vandalia, la “más ingrata mujer del orbe”. El cautivo caballero se consume, peregrina y trabaja duro; mas ella, ni caso. Coqueta y vanidosa, le encanta que le regalen los oídos; no tiene bastante con que navarros, leoneses, andaluces, castellanos y los de la Mancha la confiesen como la más hermosa del mundo… ¡Son muchos, Casildea, guapa!

¡Alto ahí! Menos Mancha, que don Quijote nunca ha confesado algo tan perjudicial a la belleza de su Dulcinea. Pero paciencia, a ver lo que sale por esa boca...

Pero el caballero del Bosque oye que hablan de él, interrumpe sus lamentos y pregunta quién va ,con el lenguaje propio de los caballeros andantes. Don Quijote contesta y está encantado, hablando de caballero a caballero, de afligido a afligido. ¡Y lo coge del brazo! ¡Y le invita a sentarse! ¡Y se sientan en paz, aunque mañana vayan a romperse la cabeza!No te adelantes, narrador sabelotodo...

El del Bosque pregunta a don Quijote si es enamorado, “por ventura”. El de la Triste Figura lo es “por desventura…aunque los daños que nacen de los bien colocados pensamientos antes se deben tener por gracias que por desdichas “. El del Bosque habla de desdenes ¿Desdenes? Nunca…y aquí mete el cucharón Sancho Panza que califica a Dulcinea de “borrega mansa”.

El del Bosque se extraña de un criado tan parlanchín, tan atrevido, “que se atreva a hablar donde habla su señor”,. Mira que el suyo no despliega los labios...


Sancho protesta, él ha hablado y puede “hablar delante de otro tan…” Pero el escudero del Caballero del Bosque le coge del brazo y le invita a que vayan, los dos, a donde puedan hablar en la intimidad, “escuderilmente”. Entre ellos “pasará un gracioso coloquio”, lo veremos en el siguiente capítulo.

Un abrazo para todos de: 


María Ángeles Merino


Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/08/unos-arboles-altos-y-frondosos-una.html


lunes, 21 de julio de 2014

"Sopa de arroyo"


"todos se cargaron de piedras y se pusieron en ala esperando recebir a don Quijote en las puntas de sus guijarros"


"Asaz de locura sería intentar tal empresa: considere vuesa merced, señor mío, que para sopa de arroyo y tente bonete no hay arma defensiva en el mundo, sino es embutirse y encerrarse en una campana de bronce"

Segunda parte del comentario al capítulo 2.11 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "La Muerte siempre vence", correspondiente al día 20 de agosto de 2009.


He dividido este capítulo en dos partes:

En la primera, que he titulado “Avive y despierte”, tenemos a un Sancho, psicólogo de pacotilla, que intenta sacar a su señor del abatimiento, tras la visión pollinesca de Dulcinea. Ay, Sancho, que provocaste la enfermedad y ahora quieres curarla.


En la segunda, auténtico homenaje de Cervantes al teatro ambulante, caballero y escudero tienen un encuentro con una carreta- escenario que transporta a los comediantes de una compañía teatral. La he titulado “Sopa de piedras”, título que da pistas cerca del desenlace de dicho encuentro.

"Sopa de arroyo"

Se les cruza una carreta, cuando don Quijote se dispone a contestar a Sancho. Va ocupada por los personajes habituales de un auto teatral barroco: un demonio, la Muerte, un ángel, un emperador, una reina, el dios Cupido y un caballero armado pero con plumas. Sancho se asusta; pero nuestro caballero andante, una vez pasada la primera impresión, se alegra de que se le presente una peligrosa aventura.

Muy decidido, se coloca delante y con voz de trueno, la de decir “non fuyades, cobardes y viles criaturas”, se dirige al cochero demonio y le insta a que se presenten tan singulares ocupantes. El demonio, actor principal y cochero, le informa de que son recitantes de una compañía de teatro. Acaban de representar un auto titulado “Las Cortes de la Muerte” en un pueblo cercano, con motivo de la octava del Corpus*. Han de representarla en otro pueblo, ese mismo día y, para ganar tiempo, no se han quitado los disfraces.

Hasta aquí todo como la seda; pero un comediante vestido de “bojiganga”, con cascabeles y vejigas hinchadas para pegar, espanta con sus gracias a Rocinante que corre más que una gacela, quién lo hubiera imaginado.

Caballo y caballero dan con sus endebles huesos en tierra, Sancho baja del rucio y el de la vejigas aprovecha para zurrar al pobre asno que “vuela” por el campo. ¡Ay, que ese mamarracho le está pegando en las ancas! ¿A quién atiende el escudero? ¿Al de dos patas o al de cuatro? Como buen criado, dará prioridad a su señor. Le ayuda a levantarse, informándole de la segunda desaparición del rucio que, esta vez, va a ser de muy poca duración. Si ha sido el Diablo, don Quijote declara estar dispuesto a buscarlo en los infiernos. Y reacciona, qué espabilado se ha vuelto este hidalgo, con gran sentido práctico: cogería las mulas de la carreta para compensar la pérdida del rucio.

Afortunadamente, el Diablo lo abandona y el animalillo vuelve con su amado amo. Don Quijote señala la conveniencia de castigar la mala acción del demonio cascabelero, en alguno de los de la carreta. Sancho no quiere tomarla con farsantes porque son, según él, gente estimada por todos y protegida por el poder. El caballero andante no está dispuesto a dejar sin castigo al demonio “farsante”, favorecido o no. Y se pone a dar voces, indicándoles que se detengan y se enteren de cómo hay que tratar a un burro andante.

Bajan todos los de la carreta, se aprovisionan de guijarros y amenazan con arrojárselos. Don Quijote piensa cómo acometerlos y menos mal que Sancho llega a tiempo para disuadirlo de la “asaz locura”: hacer frente a la “sopa de arroyo”. Muy sabiamente, le recuerda que no se puede ir contra un ejército donde esté la Muerte…¡y que ninguno es caballero andante! Ahora sí que ha dado en el blanco, no, no puede sacar espada contra los que no son caballeros andantes. Le toca al escudero…

Ni hablar, Sancho no quiere tomar venganza de nadie, desea vivir en paz. Don Quijote aprueba la decisión de su criado y le dedica elogiosas palabras. No faltarán mejores aventuras. La Muerte se retira con “todo su escuadrón volante”. De momento, que la Muerte vence siempre.


Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

* Incongruencia cronológica: Si en la segunda salida don Quijote volvió a casa en septiembre, la tercera debió de suceder a mediados de octubre. Sin embargo, ahora están en junio ya que celebran la octava del Corpus.
Este capítulo tendría lugar el miércoles 19 de junio de 1614, según la cronología que establece Alfredo D.Bateman en "Las jornadas del Quijote"


Copiado de "La arañita campeña", en la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/08/sopa-de-arroyo.html

domingo, 20 de julio de 2014

“Avive y despierte”



"vuestra merced se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante, y avive y despierte"
 (Cervantes acordándose, quizás, de Jorge Manrique)

Primera parte del comentario al capítulo 2.11 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "La Muerte siempre vence", correspondiente al día 20 de agosto de 2009.

He dividido este capítulo en dos partes:


En la primera, que he titulado “Avive y despierte”, tenemos a un Sancho, psicólogo de pacotilla, que intenta sacar a su señor del abatimiento, tras la visión pollinesca de Dulcinea. Ay, Sancho, que provocaste la enfermedad y ahora quieres curarla.


En la segunda, auténtico homenaje de Cervantes al teatro ambulante, caballero y escudero tienen un encuentro con una carreta- escenario que transporta a los comediantes de una compañía teatral. La he titulado “Sopa de piedras”, título que da pistas cerca del desenlace de dicho encuentro.



“Avive y despierte”

Don Quijote está tan absorto en sus pensamientos que Rocinante va sin riendas y se da un atracón de jugosa hierba. ¡Ay, que tuvo delante a Dulcinea y no la pudo ver en su bellísimo ser! ¡Qué brinco dio la labradora de la carita redonda y la nariz chata! ¡Qué olor a ajos crudos!

Sus tristes pensamientos lo llevan fuera de sí. Recordemos que, en el capítulo anterior, rogaba a su escudero: “Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas”. En éste, Sancho parece contestar, con estas sabias y serenas palabras: “Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres, pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”.

No, al buen Sancho no le conviene que su amo caiga en el pozo de la desesperación y le pide que “avive y despierte”, como el poeta Jorge Manrique lo hiciera con “el alma dormida”. Empieza a enfadarse, pero con cariño: “¿Qué diablos es esto?... ¿Estamos aquí, o en Francia?”Más tarde, el enojo sube de tono y el muy blasfemo manda al diablo a Dulcinea. La salud de su amo ante todo y… las tres crías prometidas que no vienen nada mal.




Antes se coge a un mentiroso que a un cojo y Sancho mete la pata con aquello de “quien la vido y la vee ahora”. Olvida que él no vio a la aldeana de la pollina sino a la bellísima princesa de la hacanea, con “la entereza cabal de su hermosura”. Don Quijote no se da cuenta del patinazo; mas sí recuerda a Sancho, puntillosamente, que describió equivocadamente su hermosura. Los ojos de su dama no pueden ser de perlas, parecería un besugo, sino de verdes esmeraldas. Las perlas para los dientes…

El escudero admite su equivocación en lo de los ojos y, de paso enmienda el gazapo anterior: es que le turbó tanta hermosura. Y con una socarronería increíble, sólo superada por la del bachiller Carrasco, expone a su señor la preocupación por esos pobrecitos gigantes o caballeros que, tras haber sido vencidos por su señor, busquen a Dulcinea en el Toboso, para presentarse ante ella. Tal vez anden alelados, recorriendo todo el pueblo, dando tumbos, como ellos mismos en aquella larga noche y, aunque la tengan delante de sus narices, no la conozcan.

Pero don Quijote se niega a creer lo que no quiere creer y responde que el encantamiento no afectará a los vencidos. Y lo comprobarán fácilmente, en lo que toca a su locura siempre posee recursos, por medio de uno solo de los derrotados que tendrá la obligación de presentarse ante la dama tobosina; pues se le ordenará que regrese después, para contar lo sucedido.

Tal vez, Sancho se esté riendo por dentro, sí seguro que alguno vuelve… pero manifiesta su conformidad con el “artificio”. Él va a lo que va: Dulcinea bien, ellos bien, alguna aventura que le permita ganar lo prometido y el tiempo dirá.


Un abrazo para todos de:

María Ángeles Merino


Copiado de aquí.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/08/avive-y-despierte.html

“...que es tan verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a lo menos, a mí tales me parecen”


Como en este capítulo los burros, desempeñan un importante papel, pongo aquí a este burrito, natural de Isar (Burgos).¿O es una hacanea?

¿Y es posible que tres hacaneas, o como se llaman, blancas como el ampo de la nieve , le parezcan a vuesa merced borricos?

Comentario al capítulo 2.10 el Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada"Yo nací para ejemplo de desdichados o Dulcinea encantada por Sancho", correspondiente al día 13 de agosto de 2009.

Al comenzar el capítulo, se dirige a nosotros el morisco Cide Hamete. Se muestra miedoso y receloso, teme que no le crean, tan grandes son, aquí, las locuras de don Quijote; pero nos asegura que ni quita ni pone nada, tal es la verdad que siempre flota por encima de la mentira.

Don Quijote queda emboscado y manda a Sancho volver al Toboso. Y que no vuelva a su presencia, sin haber hablado con su señora, a quien pedirá que se deje ver de su “cautivo caballero” y le bendiga.

¡Vaya encargo, Sancho! ¿Cómo vas a salir de ésta? Y a la vuelta tienes que darle todos los detalles: cómo te recibe, si se pone colorada, si el nombre la turba y la perturba, si la almohada de su estrado no para quieta, si la parte que descansa encima de la almohada también está inquieta, si apoya un pie u otro, si te repite la respuesta, si cambia el tono, si se atusa los rizos…

¡Qué palabras tan tiernas para levantar el ánimo del viejo hidalgo! Le dices:”ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que le debe de tener agora no mayor que una avellana”. El tuyo, tu corazoncillo, no es malo… Y desgranas el rosario de refranes al pelo, siempre dispuestos. Le aseguras que, de día, hallarás el palacio, saltará la liebre.

Dejas a tu triste amo y cuando ya le has perdido de vista, te apeas del jumento para iniciar tu soliloquio, a la manera de los pastorcillos literarios. No vas a buscar algo sencillito, esta vez no has perdido ningún burro. Ay, que este Cervantes se ríe de él mismo. Debes llevar a cabo la ardua  empresa de hallar a la “princesa “Dulcinea y hablarla en nombre del famoso caballero que “desface tuertos”.

Lo habéis confesado ambos: ni tu amo, ni tú, la habéis visto jamás. A estas alturas ya sabes que el único palacio habitable para tan irreal dama es la imaginación de tu don Quijote. Mas tus costillas doloridas no quieren ser machacadas por tobosinos recelosos que, garrota en mano, se puedan plantear qué querrá éste que viene preguntando por nuestras mujeres. Eres el mensajero sin culpa, como los de esos romances que tú sabes, pero haces bien, no te fíes. Deja al demonio en paz y piensa.

Tu amo es un loco de atar. Ya está, lo has soltado, te habrás quedado a gusto. Y reconoces que tú mismo participas en su locura, siguiéndole. Y, quién dijo que eras un mentecato… Piensas que, si para tu amo, los molinos eran gigantes, las mulas dromedarios, los carneros soldados…no te sería difícil hacerle creer que una labradora sea la señora Dulcinea. Y si no lo cree, insistirás y terminará por echarle la culpa a algún maligno encantador que lo muda todo. Mira por dónde, en este capítulo, el sabio encantador vas a ser tú, ya nos lo indica el título, tú vas a encantar a Dulcinea.

Loco no sé, pero cuco…Esperas hasta la tarde que si te presentas ahora, aunque parcialmente loco, no se creerá que has ido y has vuelto. Pasan las horas. Ya puedes volver. Pero ¿qué ven tus ojos? ¡Qué idea! Vienen hacia ti tres labradoras, sobre sus pollinos o pollinas. ¡Ya tienes a Dulcinea con toda su corte principesca!

Deprisita vas hacia donde dejaste a tu señor. Suspira, se lamenta mas tú le confortas: este día estará marcado con la V roja de la victoria. Sólo tiene que salir al raso y verá a la mismísima Dulcinea con sus dos doncellas, cubiertas de oro, perlas, diamantes, rubíes, brocados…los cabellos al viento y montadas en unas “cananeas remendadas”…

Don Quijote te promete, en premio, por la buena nueva, el mejor despojo que gane en la primera aventura o las crías de tres yeguas preñadas. Te atienes a las crías, que lo de los despojos no lo ves tú muy claro, ya sabes tú que, aparte de la leña, poco se saca en limpio de esas aventuras…y no siempre se encuentra una maleta como la de Cardenio.

Pero tu señor sólo ve a tres labradoras montadas en borricas y ahora eres tú el sabio Frestón que ha de realizar el encantamiento. ¿Borricos dice vuesa merced? No, tres hacaneas blancas como la nieve. Abra bien los ojos y venga a hacer reverencia a la señora de su pensamiento. Y te apeas de tu jumento, te arrodillas ante ella y ¡cómo hablas ahora Sancho! “Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza…” ¡Esto es el Reino del Revés!

Tu asendereado amo también se pone de hinojos, con ojos desencajados mira a la moza carirredonda y chata, se ha quedado sin habla. Las aldeanas pasmadas contemplando a los dos de rodillas, hasta que la detenida les pide, en un falso lenguaje rústico, que se quiten de en medio, que tienen prisa.

Y sigues asombrándonos, Sancho, dirigiéndote a la “princesa y señora universal del Toboso”, que si su magnánimo corazón, que si la columna de la caballería…Y otra de las labradoras que exclama no sé qué de la burra de su suegro y se queja de estos señoritos que se burlan de las aldeanas. Os invita a que sigáis vuestro camino, como aquellas serranas del marqués poeta.

Don Quijote te pide que te levantes, se da por vencido, la fortuna no le permite ningún contento. El maligno encantador ha mudado el rostro sin igual de Dulcinea en el de una labradora fea .Y, cuando se dirige a ella con dulcísimas y caballerosísimas palabras, la contrahecha aldeana le manda a paseo con sus rústicas exclamaciones, no sé qué de su agüelo…Las dejas ir y no sabes cómo disimular tu contento, qué bien has salido de ésta, pillín.

La que hizo de Dulcinea pica a su burra con un aguijón y el animalito, agobiado, se arquea y la tira al suelo. El amante caballero va a recoger a su dama -labradora y tú a recoger la albarda -silla de montar. Mas ella ya sabe lo que hacer en estos casos, coge carrerilla y, de un salto se sube a la pollina- hacanea, montándola a la jineta y haciéndola correr más que el viento. Al verla, te acordabas de los famosos jinetes cordobeses y mexicanos. Y sus compañeras no se quedan atrás. Menudo cuadro cómico.

El de la Triste Figura está más triste que nunca. Los encantadores le quieren tan mal que le privan de ver a su señora tal y como es. Proclama que nació para ser el blanco de las desdichas. Incluso le han privado de lo que es tan propio de las señoras principales: su buen olor. Hay que ver qué peste a ajo llevaba la saltarina.

Ahora te toca a ti echar las maldiciones a esos encantadores. Exclamas que quisieras ver a esos malintencionados ensartados , como sardinas espetadas. Para consuelo de tu amo le das un repaso a las partes que componen su belleza: los ojos de perlas trocados en agallas, los cabellos de oro en cerdas, sus facciones de buenas en malas…Pero rectificas, no si…tú nunca viste su fealdad, casi metes la pata. Y añades que, además de hermosa, poseía un lunar de los que puntúan mucho a la hora de calificar beldades: sobre el labio derecho, con unos siete u ocho cabellos rubios de más de un palmo…Muy largos nos parecen, y a nuestro hidalgo también. Pero le quedan muy bien esos pelillos ,se pueden hacer trenzas, que no puede haber nada imperfecto en la que es perfecta. Todo un experto en altas bellezas, te señala la correspondencia de ese lunar con otro en el muslo. ¡Qué atrevimiento el de vuesa merced!

Y, por último, te pregunta sobre la silla que él vio como albarda. Silla rica y cubierta que valía más de un reino, mira que eres exagerado, y don Quijote, compungido, se declara como el más desdichado de los hombres. Mientras , tú haces enormes esfuerzos para disimular la risa. Ay, Sancho…

Subís en las bestias y tomáis el camino de Zaragoza. Sucederán grandes cosas antes de llegar a vuestro destino.

Un abrazo para todos.
María Ángeles Merino.


Entrada copiada de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/08/que-es-tan-verdad-que-son-borricos-o.html

sábado, 19 de julio de 2014

¿No te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea...?



Adiós, que ya viene el alba.


"Media noche era por filo, poco más a menos , cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso"

Comentario al capítulo 2.9 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "El Toboso de noche", correspondiente al día 6 de agosto de 2009.

Este capítulo comienza como el romance del conde Claros: “Media noche era por filo”. Vamos a oír a un misterioso personaje que canta aquello de “Mala la hubisteis franceses en ésta de Roncesvalles” y todavía Sancho alude a otro romance, el del moro Calaínos. Cervantes bebe del romancero y rinde tributo a esta forma de literatura al alcance del pueblo iletrado.

Es media noche cuando caballero y escudero abandonan el monte y entran en el Toboso. Es una noche entreclara, demasiado clara para un Sancho turbado por sus mentiras; amenizada por coro de voces animales, en diferentes escalas y con un don Quijote que los tiene “a mal agüero”.

El caballero enamorado confía en que Sancho, sin titubeos, le conduzca hasta el palacio de Dulcinea, tal vez despierta a estas horas. El escudero empieza a enredarse en su madeja embustera, a lo del palacio contesta que él sólo vio una casa muy pequeña. Ni pequeña ni grande, recordemos que olvidó la carta escrita en el libro de memoria y que, tras encontrarse con el cura y el barbero, ya no fue al Toboso. Don Quijote responde de acuerdo con sus delirios: es pequeña porque se trata de un pequeño apartamiento dentro de un gran alcázar, donde las damas se solazan, ellas solitas.

Sancho intenta convencer a su señor de que no son horas de visitas y de aldabonazos porque ni Dulcinea es una manceba ni su merced, un abarraganado. El loco enamorado insiste, primero el palacio y luego, ya veremos. Y dan, que no topan, con el edificio más grande que resulta ser la iglesia, qué va a ser si no. Ya tenemos aquí la famosa frase, mal copiada y repetida hasta la saciedad, pero con un significado distinto: “Con la iglesia hemos dado, Sancho”.

Y Sancho está en una situación incomodísima, desea salir de esas calles en las que, en realidad, no busca nada; pero tiene que fingir, tanteando casas y tapias casi a oscuras. Que si estamos en un cementerio, que si un callejón sin salida…Un ciego guía a otro ciego y ambos se irritan, la bomba de sinceridad está próxima a estallar.

Por fin, Sancho explota y proclama que vio la casa sólo una vez y si su señor, que la debe haber visto un millar de veces, no la halla…cómo la va a hallar él, en plena noche. A continuación, la gran revelación de don Quijote que confiesa no haber visto nunca a Dulcinea puesto que sólo está enamorado de “oídas”, por su hermosura y discreción, expresión suprema del amor cortés.(*1)

¿Qué está oyendo Sancho? ¡Que su señor nunca la ha visto? ¡Pues él tampoco! *(2 )El enamorado oyente se agarra a un clavo ardiendo? No puede ser, tú la viste ahechando trigo. Y Sancho, con una paradoja burlesca, le hace saber, que “también fue de oídas la vista y la respuesta que le truje “. Se le cae el alma a los pies al de la Triste Figura, quiere creer que Sancho repite, como un loro, lo que él dice…

Tras las revelaciones, oyen un ruido de algo que se arrastra por el suelo, es un arado y lo lleva “uno con dos mulas” .Es un misterioso labrador, va cantando el romance de” la caza de Roncesvalles” y “lo de mala la hubisteis franceses” no hace ninguna gracia al hidalgo que lo considera mal augurio.

Don Quijote pregunta al campesino dónde están los palacios de la princesa Dulcinea. El buen hombre es forastero y hace poco que está sirviendo en el Toboso, para un labrador rico. ¡Vaya! ¡Dos labradores en un solo capítulo! Escasean en este libro…

A lo que íbamos, el del romance no sabe nada de Dulcinea, les remite a casa del cura y del sacristán que poseen “la lista de todos los vecinos del Toboso”. ¡Con la Iglesia hemos topado! Y de princesas, tampoco sabe nada, hay señoras principales tobosinas, las cuales lo serán en el pequeño reino de su casa. Don Quijote se contenta con esta información, entre ésas principales estará, seguro, su enamorada. Ya viene el alba y el campesino tiene prisa…

Sancho no desea que los vean, a plena luz del día. A saber qué pensarían los tobosinos de semejante pareja. Propone a su señor salir fuera de la ciudad y emboscarse. Él volverá de día, buscará, encontrará el palacio e informará a su amo. E, inesperadamente, a su señor le parece de perlas. Así lo hacen y respira aliviado, de momento, el que rabiaba por sacar a su amo del pueblo.

*(1) En el capítulo 1 de la primera parte, Cervantes escribe: “ en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata dello”. ¡Lugar cercano al que tardan en llegar una noche y un día? ¿Anduvo enamorado pero no la vio nunca?


(*2)Y, sin embargo, en el capítulo 25 de la primera parte, cuando don Quijote la identifica como la hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales, Sancho sabe de quién está hablando y se refiere a ella como una muchacha de su entorno, vecina o casi vecina, relatándonos las anécdotas de una chica forzuda, de potente voz, burlona y nada melindrosa. Es evidente que la Dulcinea-Aldonza Lorenzo de la primera parte no coincide con la de la segunda.

Un abrazo a todos:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", en la entrada del mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/08/no-te-he-dicho-mil-veces-que-en-todos.html

martes, 15 de julio de 2014

"Mil veces, Sacra Majestad, me vino deseo de abrazarme con vuestra majestad y arrojarme de aquella claraboya abajo, por dejar de mi fama eterna en él"





"... lo que sucedió al grande emperador Carlo Quinto con un caballero en Roma... dijo al Emperador: «Mil veces, Sacra Majestad, me vino deseo de abrazarme con vuestra majestad y arrojarme de aquella claraboya abajo, por dejar de mí fama eterna en el mundo». 

Segunda parte del comentario al capítulo 2. 8 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "
Dos noches y dos días en el camino, una mentira que se enreda y un diálogo sobre la fama", correspondiente al 30 de julio de 2009.

Al aspirante a gobernador insular le preocupa verse en los papeles y considera que sus autores deberían tratarle bien, como “enemigo mortal de los judíos”, aunque luego concluya: “que digan de mí todo lo que quisieren”…No sé qué pintan los judíos en todo esto, ni qué le han hecho a Sancho tampoco.

Don Quijote cree oportuno explicarle el tema “La fama como aliciente y premio para los seres humanos, a través de los tiempos”, con múltiples y amenos ejemplos. Lo inicia con el de la dama cortesana ofendida porque un poeta la olvidó en sus sátiras maliciosas y ella protestó hasta que se la incluyó, infame pero famosa. Sigue con el famoso Eróstrato que quemó el templo de Diana en Éfeso, sólo para pasar a la posteridad con su nombre. También relata la anécdota de un osado caballero, que acompañando a Carlos V, en el Panteón de Roma, expresó la idea loca de arrojarse por la claraboya, abrazado al mismo Emperador, por “dejar fama en el mundo”. El de Gante le ordenó no acercarse más a él, lógico. Suerte tuvo si no le hizo arrestar… Y no le parecen suficientes estos tres desesperados por la fama. A continuación desfilan unos cuantos romanos con sus heroicidades más Hernán Cortés destrozando las naves que tampoco es manco, bueno dejemos a los mancos en paz…

Pero cuidado, con la iglesia hemos dado…no todavía no, eso viene en el capítulo siguiente. Don Quijote da su lección de catecismo. La fama considerada así es algo pagano, los católicos caballeros andantes han de atender más a la eterna gloria celestial que a la terrenal perecedera, no deben traspasar los límites que les tiene puestos la religión y han de combatir todos los pecados capitales.

Sancho, tras la lección de doctrina, querría que le “sorbiesen “una duda: ¿dónde están ahora esos caballeros hazañosos muertos? La respuesta de don Quijote respeta la ortodoxia, por dura que sea: los gentiles en el infierno y los cristianos en el purgatorio o en el cielo. ¿Lo pensaba así el erasmista Cervantes? A Erasmo iremos a través de la curiosidad ingenua de Sancho que pregunta si las sepulturas de esos “señorazos” están adornadas con lámparas y ex votos. Saldrán a relucir las velas, mortajas, muletas, pinturas, cabelleras, ojos, piernas…Y también las reliquias, huesos de santos que hasta los reyes llevaban encima,…todo eso que aún perdura en algunos rincones de España. Yo lo he visto…

Sancho, como un niño, pregunta si es más matar a un gigante o resucitar a un muerto. A partir de ahí, va a llevar a su amo hasta la propuesta de darse a la santidad para alcanzar antes la fama pretendida, que más valen las disciplinas que las lanzadas.
Don Quijote lo para, no todos podemos ser frailes y se puede ser santo como caballero andante. ¡Menos mal! Mira que si llegan a irse a un convento a zurrarse con las disciplinas para alcanzar la fama y la santidad…

Hablando y cabalgando se les pasa la noche. Al día siguiente, al anochecer, descubren la ciudad del Toboso, don Quijote se alegra y se entristece Sancho, alborotarse, se alborotan los dos. Se quedan en un encinar, esperando a que sea noche cerrada para entrar.



Un abrazo a todos


María Ángeles Merino


Copiado de http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/07/mil-veces-sacra-majestad-me-vino-deseo.html

jueves, 10 de julio de 2014

El trigo que ahechó Dulcinea.



Trigo de Palacios de Benaver (Burgos) sobre el Quijote.


¡Ay qué susto! Dejamos a don Quijote y Sancho camino del Toboso y, ahora, el ex cautivo en Argel nos sorprende con un alegre y mahometano pistoletazo de salida: ¡Bendito sea el todopoderoso Alá!

Por si hubiéramos olvidado los mimbres narrativos de esta historia, aquí tenemos, otra vez, al ficticio y arábigo Cide Hamete persuadiéndonos para que se nos “olviden las pasadas caballerías”. No, no las olvidéis, pero lo que está por venir ha de ser diferente; ahora, queridos lectores, sabéis demasiado de Don Quijote y Sancho.

En este capítulo, amo y señor van de camino, montados en sus jumentos, con poca o ninguna luz; hablan, hablan, pasa una noche y el día siguiente…

Rocinante relincha, pero muy poquito y el rucio le gana la partida con un sonoro pedo, los “sospiros” son aire y van al aire, acompañado de rebuzno. Aunque ambas sonoridades son de felicísimo agüero, la asnal es más potente, lo cual es interpretado por un Sancho, astrólogo de pacotilla, como una preeminencia de las hazañas sanchescas sobre las quijotescas. ¡Te estás subiendo a las barbas, escudero!

La oscuridad se les echa encima sin llegar al Toboso, que parecía estar tan cerca, donde don Quijote ha de recibir la licencia y bendición de Dulcinea, trámite imprescindible para el éxito de sus aventuras. El enamorado caballero cree que su dama recibió la carta .Sancho, que no entregó carta alguna, teme que se tire del hilo de sus embustes. Se ve obligado a inventar apresuradamente una nueva versión. ¡Ay, que el libro ése, del que trajo noticias el bachiller, le va a descubrir!

La bendición…tendrá que echársela desde las bardas del corral ¿Del corral? ¡Los palacios no tienen corrales ni bardas! Da igual desde dónde, “cualquier rayo que del sol de su belleza” llegue a sus ojos le dará poderes extraordinarios.

Sancho echa un jarro de agua fría: ni rayos, ni sol vio él, debió ser el polvo del trigo que estaba ahechando, el cual tapó su rostro…



Don Quijote se enfada, cómo puede pensar este majadero en su señora Dulcinea ahechando trigo, ejercicio impropio de las personas principales. Estaría bordando con hilos de oro y perlas, como las ninfas garcilasianas…Lo de siempre, algún envidioso encantador que trueca sus cosas. Y algo nuevo: ese libro impreso con sus hazañas, del cual teme que su autor sea un enemigo y haya “puesto unas cosas por otras”. ¡Ay, la envidia! ¡Ay, esa “continuación de una verdadera historia”!

Sancho tampoco las tiene todas consigo respecto al dichoso libro . Su honra tal vez ande arrastrada por las calles, cual cochino cinchado, y, por si esa “leyenda” no dice la verdad, nos dedica una definición de sí mismo: malicioso, algo bellaco pero simple y natural y creyente, faltaría más. Cervantes, los personajes se te escapan del libro,


Un abrazo a todos los que me visitáis de:

María Ángeles Merino

Copiado del blog "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/07/el-trigo-que-ahecho-dulcinea.html

"Si el palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas"





El palomar de las fotos es el del monasterio benedictino de San Salvador, en Palacios de Benaver (Burgos).

Continuación al comentario 2.7 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada "El sueldo de Sancho y una elipsis", correspondiente al día 23 de julio de 2009.

Pero volvamos al encierro que tanto soliviantó al ama, a la misteriosa reunión del caballero con escudero. Sancho comienza asegurando que su mujer está “relucida”; aunque, a juzgar por lo que expresa después, el reducido, subyugado, sometido o dominado es él. A partir de aquí entran en una discusión “filológica”. Don Quijote le enmienda un vocablo incorrecto y Sancho, irritado, no ve la necesidad de corregir lo que, de cualquier manera, se entiende. Así que pide, en un tono que hubiera sido impensable en la primera parte, que sólo se le enmiende lo que escape a la comprensión. Don Quijote asiste divertido a las aclaraciones “filológicas escuderiles” y cuando cambia una palabra por otra, dócil por fócil, simula no entender, para ver hasta dónde llegan las “patochadas” sanchescas.

Pero volvamos a la “relucida” Teresa. Nuestro hidalgo quiere conocer su opinión, sabe lo que hay…Y, además de no dejarse avasallar en unos tiempos de esposas sumisas, estamos ante una madre con dos hijos que no quiere volver a antiguas incertidumbres. El rosario de dichos y refranes que su marido le atribuye va en esa dirección:” que ate bien mi dedo con vuestra merced, que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré.” Y Sancho sentencia “que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco”. Y el enamorado de Dulcinea está de acuerdo, todo un experto en el trato con mujeres.

Don Quijote sabe por dónde van a ir los tiros y le induce a que pase adelante. Tras una tópica reflexión sobre la muerte, tal vez esté pensando en lo peligroso de la a ventura, aterriza de golpe en su reivindicación de contar con un salario conocido, Mas, para su amo, las novelas de caballería son el espejo y la norma por la que ha de regirse y en ninguna consta un escudero asalariado. Si hay suerte, ínsula o cosa equivalente al canto .Si no es así, resignación cristiana.

A continuación, Sancho va a oír de su amo lo que más le puede doler, lo que nunca hubiera imaginado, en su seguridad de ser imprescindible. El cielo se nubla, se le caen “las alas del corazón”. Que se vaya a su casa, le pregunte a su mujer y si los dos están conformes, adelante. En caso contrario, no le faltarán escuderos “más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni habladores”, que "si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas".

¡Ay, don Quijote ha puesto el dedo en la llaga! ¿Acaso está insinuando que no es el que manda en su casa? ¿Cómo va a encontrar alguien más obediente que el tantas veces apaleado, e incluso manteado, por su causa?

Suspenso y pensativo estaba el buen Panza, cuando entra Sansón el socarrón con su abrazo y su saludo a la “flor de la andante caballería”. El ama y la sobrina esperan palabras persuasorias que le hagan desistir de sus aventuras y se quedan con la boca abierta. ¡Todo lo contrario! El bachiller “plega” a Dios para que nadie estorbe su tercera salida, maldiciendo a quien la impida. En su arenga caballeresca, en el más puro estilo, sin olvidarse de los “tuertos”, llega a ofrecerse como escudero. Qué más quiere don Quijote, no te dije yo…pero no, Dios no lo quiera así. ¿Qué harían las ciencias, las letras y las artes sin el gran Carrasco? Mejor que se quede con sus canosos padres…

Sancho llora y asegura que nunca se dirá de los Panzas que fueron desagradecidos. Nos confiesa que ha sido su mujer la que le ha presionado como un mazo que aprieta los aros de una cuba, pero el hombre ha de ser hombre…faltaría más. Ya no hay más que hacer, ordene su amo el testamento, sin revolcones, y él se ofrece a servirle mejor que los de pasados tiempos.

Don Quijote y Sancho “quedaron amigos”, fijaos en esto. ¡Qué lejos quedan aquellos capítulos en que Sancho terminaba castigado físicamente por su señor!" Dos locos como nunca se han visto en el mundo".

El ama y la sobrina hacen el duelo al estilo de las plañideras, mesándose, arañándose, lamentando la partida, maldiciendo al bachiller. No sabemos todavía qué manejos se trae éste con el cura y el barbero, paciencia que más adelante lo cuenta la historia.

En los tres días siguientes, los dos amigos se aprovisionan, suponemos que de ropa y comida. Sancho aplaca a su mujer, difícil, es mucha Teresa, a pesar de la epístola de San Pablo. Don Quijote aplacó a su ama y sobrina, más fácil…

Salen al anochecer, nadie los ve sino el bachiller que les acompaña media legua, en dirección al Toboso. Cervantes quiere dejar bien claro las monturas: el caballero “en su buen Rocinante” y el escudero “sobre su antiguo rucio”. El antiguo, no otro…Tampoco se olvida de “la bolsa de dineros”.

Sansón abraza al de la Triste Figura, que promete avisar de su buena o mala suerte, y se da la vuelta. Van hacia la “gran ciudad del Toboso”. ¿Ciudad?


Un abrazo de:

María Ángeles Merino



Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

"Gasté más de seiscientos huevos, como lo sabe Dios y todo el mundo, y mis gallinas, que no me dejarán mentir"



Problema escolar: el ama de don Quijote dice haber gastado 600 huevos en un mes,en las comidas de nuestro hidalgo. ¿Cuántos huevos ha tomado don Quijote cada día, considerando que un mes tiene 30 días?

El ama manifiesta que antes de seguir este régimen don Alonso estaba amarillo. ¿De qué color estará al cabo del mes de convalecencia? ¿Cuál será la tasa de colesterol en sangre, tras dicha convalecencia?


Comentario al capítulo 2.7 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "El sueldo de Sancho y una elipsis", correspondiente al día 23 de julio de 2009.

El ama tiene el corazón en un puño. ¡Se han encerrado! ¡Ese malandrín de Sancho y su señor se van en busca de “venturas”! La apesadumbrada y sudorosa mujer coge apresuradamente su manto, no hay tiempo que perder, ha de ir a casa de Bartolomé Carrasco. Acaso su hijo, el señor bachiller por Salamanca, ese amigo “fresco “de don Alonso, ese pico de oro, pueda impedirlo. Allá va.

El ocioso bachiller pasea por el patio, está aburridísimo y no desaprovechará la oportunidad de reírse de quien caiga. Hizo bien su señor padre en pagarle esos estudios que tanto fruto han dado. 


El “perpetuo trastulo y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses” es ahora doctor en socarronería. Me da la impresión de que Cervantes conoció, entre sus compañeros de estudios, algún ejemplar de esta misma especie. Bueno, todos hemos conocido alguno…

El ama se deja caer implorante ante sus pies, como una Magdalena, para declarar que su amo se sale. Sansón pone en marcha la burlona artillería, preguntando por dónde se sale y si se le ha roto alguna parte de su cuerpo. La buena mujer no ha estudiado en Salamanca, pero no se deja avasallar por el ocurrente bachiller. Don Quijote “no se sale sino por la puerta de su locura”. 


Hace memoria: volvió apaleado, atravesado en un jumento, enjaulado, encantado, triste, flaco, amarillo... ¡por Dios, otra salida no! A sus gallinas pone por testigos del gasto de seiscientos huevos. ¡Veinte huevos diarios para que volviera a ser el don Alonso de antes! Que tampoco es que tuviera un aspecto muy saludable, muy alegre no era y entrado en carnes, tampoco…Mas no estaba tan flaco ni tan amarillo ni sus ojos semejaban cuevas que llegaran al celebro…

Encantado de que le den huevos a batir, Carrasco sigue con la broma gallinácea. Sus gallinas tan buenas, tan gordas, tan bien criadas…se portarán de acuerdo a su exquisita educación, no la dejarán en mal lugar. Lo de irse por ahí…nada, tranquilaaaa. Si no hay otra cosa ni ha sucedido otro desmán…no tenga pena. Que vaya a su casa, le prepare un almuerzo calentito y de camino se ponga a rezar a Santa Apolonia, abogada del dolor de muelas…las de Sansón. Ahora sí que la pobre mujer no entiende nada, el mal de su señor no está en la dentadura sino en los cascos. Y este zangolotino, tan gorrón , tan hambrón, le dice que se vaya y no le replique que está ante un bachiller por Salamanca, el bachiller más bachiller de todos los bachilleres. Y el que más bachillerea…


Prestemos atención a lo que viene a continuación:”Y con esto se fue el ama, y el bachiller fue luego a buscar al cura, a comunicar con él lo que se dirá a su tiempo “. ¿Qué estarán tramando?


María Ángeles Merino


Copiado de "La arañita campeña"
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/07/gaste-mas-de-seiscientos-huevos-como-lo.html