viernes, 31 de octubre de 2014

"Espanto cencerril y gatuno"


El gatito "que se ocultaba en una casa de de Pardilla" (Burgos). Foto de Elvira, amiga de Ele Bergón.


La voluptuosa gata preñada de Palacios de Benaver (Burgos)


Uno de los hijos, el rubio, que tuvo la de Palacios de Benaver.



El gato solitario que inspiró a Kety.


El curioso gatito de Citores del Páramo (Burgos).




Un gato capaz de sobrevivir en el jardín de un I.E.S. Famélico y huidizo.




Otro del I.E.S., tan famélico y huidizo, como su compañero.



Gatos y cencerros. Mis gatos blogueros: Beny, Rubio, Solo, City, Dieguito, Marín y Pardillo. Recordad: la gata preñada de Palacios de Benaver, su hijo rubio, el gato solo que inspiró a Kety, el de Citores del Páramo, los dos del "Insti" y el gatito de Pardilla (el pueblo de Ele Bergón). Mi cordel de mininos y cencerros.

Comentario al capítulo 2.46 del Quijote,publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Hasta los Duques se dan cuenta", correspondiente al día 22 de abril de 2010.

Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora

Los pensamientos son pulgas que no dejan dormir al “gran don Quijote”. La música de Altisidora, o mejor dicho la letra, eso es lo que no le deja sosegar un punto; punto que se suma a los que se escaparon, enloquecidos, en sus pobres medias verdes. A pesar de la mala noche, tan larga cuando no se duerme, la mañana llega con presteza.

Nuestro caballero abandona las blandas plumas, se viste su traje agamuzado y se calza con las botas que camuflan los puntos fugitivos. Mantón de escarlata, montera verde plateada y tahalí con tajadora espada. El rosario en las manos y, con gran empaque y contoneo, sale a la antesala, donde esperan ya los duques. Pero antes ha de pasar por una galería donde Altisidora, con su amiga, espera el momento de desmayarse. Ahora viene, desmáyate compañera. ¡Ya puedes caerte, sin miedo a desnucarte! Aquí está tu fiel amiga, para recibirte en sus amorosas faldas. ¡Aire, hay que darla aire! Desabrochémosle el corpiño o hagamos intención de hacerlo…

Don Quijote manifiesta saber la causa de esos vahídos. En el fondo, se siente orgulloso de su éxito entre las féminas. La fiel amiga protesta. A la sanísima Altisidora, nunca la ha oído un ¡ay! ¡Mal hayan los caballeros andantes desagradecidos! Esta mujer habla como un romance… Le insta a que se vaya, para que, la criaturita, pueda volver en sí.

Don Quijote se conmueve ante tan peculiar admiradora. El desengaño será el remedio. Que le pongan un laúd, que él consolará a la doncella, o sea…a desengañarla. No vayan a pensar mal…o bien.

Se le ha de proporcionar el laúd, opina la fingida desmayada, que la música de don Quijote no será mala…para reír un ratito.

A las dos, les falta tiempo para dar cuenta a la duquesa de lo que pasa. Ésta, muy alegre, concierta con el duque y sus doncellas para reír, sin hacer daño. Sana diversión, nada más.

El día ha sido corto para los duques, qué entretenidos los ha tenido don Quijote, con tan “sabrosas pláticas”. Y, la duquesa, tiene tiempo, además, de enviar al paje que hizo de Dulcinea, hasta la casa de Teresa Panza, con la carta de su marido y un lío de ropa. Ha de fijarse bien el emisario, puesto que ha de contar, después, todo lo que pase con la gobernadora, con pelos y señales.

Llega la noche y don Quijote se retira a su aposento, donde alguien ha dejado una vihuela. Aunque no es exactamente lo que pidió, no hay problema para templarla.

Abre la reja, al oír a su auditorio, expectante en el jardín. Afina el instrumento lo mejor que sabe. Se aclara la voz y se pone a cantar el romance que ha compuesto, para esta ocasión, con voz “ronquilla” y “entonada”.

La dedica un sermoncillo tradicional. “La ociosidad descuidada”, ése es el culpable de las “amorosas ansias” que sufre Altisidora. El antídoto: estar siempre ocupada, cosiendo, bordando…Perdone que le interrumpa, autor de los versillos; que en mi modesta opinión, dar puntada tras puntada no impide, a la imaginación, seguir su curso. Sí, ya sabemos del refrán:” para la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta”.

Los andantes caballeros no se casan con las “libres”, con ésas sólo pasan el rato, requebrándolas. Se casan con las recogidas, honestas y alabadas. Ya lo sabes, pequeña Altisidora. Si no lo haces así, te quedas para vestir santos.

Hay amores efímeros que no dejan huella en el alma. Y no intentes competir con Dulcinea, que fue la primera y su huella es imborrable. Y el enamorado más firme, ése es don Quijote.

Altisidora escucha el canto, junto a los duques y casi toda la gente del castillo. En el jardín no debe caber un alfiler.

De pronto, algo se descuelga desde encima de la reja y cae a plomo sobre el de la vihuela. Un cordel con más de cien cencerros y, tras ellos, un enorme saco de gatos, cada uno con su cencerrito en el rabo. Menudo trabajo cencerril han tenido: atar más de cien cencerros a cien rabos de gato.

El ruido sobresalta, incluso, a los autores intelectuales de la broma, léase los duques.

Don Quijote se queda pasmado, mirando a dos o tres gatos, que entran por su reja y como, enloquecidos, al buscar la salida, apagan las velas. Mientras tanto, no cesa la música producida por el cordel de los grandes cencerros, un nuevo instrumento de cuerda. Los que no están en el busilis, están suspensos y admirados.

El caballero andante se levanta y echa mano a la espada, tira estocadas por la reja y manda fuera, a grandes voces, a los “malignos encantadores”. Se vuelve hacia los gatos del aposento, les tira cuchilladas y los mininos escapan por donde entraron. Mas hay uno, rezagado, el cual se ve tan acosado que le salta a la cara, muerde, araña y no tiene piedad de sus pobres narices.

Don Quijote, muy dolorido, da grandes gritos. El duque y la duquesa acuden a la estancia, abriendo con la llave maestra. Ven al pobre caballero intentando arrancar al gato estampado en su cara. Acude el duque a “despartir” la pelea, mas no lo consiente el arañado. Que no se lo quite nadie, dejadle solo, que este “encantador” ha de enterarse quién es don Quijote de la Mancha.

El gato no entiende de Quijotes ni de Manchas. Gruñe y aprieta, con saña hasta que, el duque, consigue arrancarlo de las narices caballerescas y lo arroja fuera.

El rostro del arañado es una criba, mas lo que más le duele es que no le han dejado “fenecer la batalla”. Le traen un carísimo remedio, el aceite de Aparicio. La misma Altisidora le pone las vendas, mientras le recrimina. Todo esto le sucede por duro y pertinaz. Y ruega a Dios que, a Sancho, se le olvide azotarse. Así Dulcinea no saldrá de su encanto y nunca la gozará don Quijote, mientras ella viva, que le adora. ¡Qué víbora!

El de las vendas, no dice nada, sólo suspira profundamente, se tiende en el lecho y da las gracias a los duques, por su buena intención. Éstos le dejan descansar y se van, pesarosos. Se les ha ido la mano, la burla ha sido demasiado pesada. El burlado pasa cinco días en cama, y allí le sucede...¿otra aventura?

Mas el historiador lo deja ahora en suspenso, para acudir al gracioso gobierno de Sancho Panza.

Un abrazo de María Ángeles Merino


Copiado de "La arañita campaña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/espanto-cencerril-y-gatuno.html

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