viernes, 31 de octubre de 2014

"Espanto cencerril y gatuno"


El gatito "que se ocultaba en una casa de de Pardilla" (Burgos). Foto de Elvira, amiga de Ele Bergón.


La voluptuosa gata preñada de Palacios de Benaver (Burgos)


Uno de los hijos, el rubio, que tuvo la de Palacios de Benaver.



El gato solitario que inspiró a Kety.


El curioso gatito de Citores del Páramo (Burgos).




Un gato capaz de sobrevivir en el jardín de un I.E.S. Famélico y huidizo.




Otro del I.E.S., tan famélico y huidizo, como su compañero.



Gatos y cencerros. Mis gatos blogueros: Beny, Rubio, Solo, City, Dieguito, Marín y Pardillo. Recordad: la gata preñada de Palacios de Benaver, su hijo rubio, el gato solo que inspiró a Kety, el de Citores del Páramo, los dos del "Insti" y el gatito de Pardilla (el pueblo de Ele Bergón). Mi cordel de mininos y cencerros.

Comentario al capítulo 2.46 del Quijote,publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Hasta los Duques se dan cuenta", correspondiente al día 22 de abril de 2010.

Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora

Los pensamientos son pulgas que no dejan dormir al “gran don Quijote”. La música de Altisidora, o mejor dicho la letra, eso es lo que no le deja sosegar un punto; punto que se suma a los que se escaparon, enloquecidos, en sus pobres medias verdes. A pesar de la mala noche, tan larga cuando no se duerme, la mañana llega con presteza.

Nuestro caballero abandona las blandas plumas, se viste su traje agamuzado y se calza con las botas que camuflan los puntos fugitivos. Mantón de escarlata, montera verde plateada y tahalí con tajadora espada. El rosario en las manos y, con gran empaque y contoneo, sale a la antesala, donde esperan ya los duques. Pero antes ha de pasar por una galería donde Altisidora, con su amiga, espera el momento de desmayarse. Ahora viene, desmáyate compañera. ¡Ya puedes caerte, sin miedo a desnucarte! Aquí está tu fiel amiga, para recibirte en sus amorosas faldas. ¡Aire, hay que darla aire! Desabrochémosle el corpiño o hagamos intención de hacerlo…

Don Quijote manifiesta saber la causa de esos vahídos. En el fondo, se siente orgulloso de su éxito entre las féminas. La fiel amiga protesta. A la sanísima Altisidora, nunca la ha oído un ¡ay! ¡Mal hayan los caballeros andantes desagradecidos! Esta mujer habla como un romance… Le insta a que se vaya, para que, la criaturita, pueda volver en sí.

Don Quijote se conmueve ante tan peculiar admiradora. El desengaño será el remedio. Que le pongan un laúd, que él consolará a la doncella, o sea…a desengañarla. No vayan a pensar mal…o bien.

Se le ha de proporcionar el laúd, opina la fingida desmayada, que la música de don Quijote no será mala…para reír un ratito.

A las dos, les falta tiempo para dar cuenta a la duquesa de lo que pasa. Ésta, muy alegre, concierta con el duque y sus doncellas para reír, sin hacer daño. Sana diversión, nada más.

El día ha sido corto para los duques, qué entretenidos los ha tenido don Quijote, con tan “sabrosas pláticas”. Y, la duquesa, tiene tiempo, además, de enviar al paje que hizo de Dulcinea, hasta la casa de Teresa Panza, con la carta de su marido y un lío de ropa. Ha de fijarse bien el emisario, puesto que ha de contar, después, todo lo que pase con la gobernadora, con pelos y señales.

Llega la noche y don Quijote se retira a su aposento, donde alguien ha dejado una vihuela. Aunque no es exactamente lo que pidió, no hay problema para templarla.

Abre la reja, al oír a su auditorio, expectante en el jardín. Afina el instrumento lo mejor que sabe. Se aclara la voz y se pone a cantar el romance que ha compuesto, para esta ocasión, con voz “ronquilla” y “entonada”.

La dedica un sermoncillo tradicional. “La ociosidad descuidada”, ése es el culpable de las “amorosas ansias” que sufre Altisidora. El antídoto: estar siempre ocupada, cosiendo, bordando…Perdone que le interrumpa, autor de los versillos; que en mi modesta opinión, dar puntada tras puntada no impide, a la imaginación, seguir su curso. Sí, ya sabemos del refrán:” para la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta”.

Los andantes caballeros no se casan con las “libres”, con ésas sólo pasan el rato, requebrándolas. Se casan con las recogidas, honestas y alabadas. Ya lo sabes, pequeña Altisidora. Si no lo haces así, te quedas para vestir santos.

Hay amores efímeros que no dejan huella en el alma. Y no intentes competir con Dulcinea, que fue la primera y su huella es imborrable. Y el enamorado más firme, ése es don Quijote.

Altisidora escucha el canto, junto a los duques y casi toda la gente del castillo. En el jardín no debe caber un alfiler.

De pronto, algo se descuelga desde encima de la reja y cae a plomo sobre el de la vihuela. Un cordel con más de cien cencerros y, tras ellos, un enorme saco de gatos, cada uno con su cencerrito en el rabo. Menudo trabajo cencerril han tenido: atar más de cien cencerros a cien rabos de gato.

El ruido sobresalta, incluso, a los autores intelectuales de la broma, léase los duques.

Don Quijote se queda pasmado, mirando a dos o tres gatos, que entran por su reja y como, enloquecidos, al buscar la salida, apagan las velas. Mientras tanto, no cesa la música producida por el cordel de los grandes cencerros, un nuevo instrumento de cuerda. Los que no están en el busilis, están suspensos y admirados.

El caballero andante se levanta y echa mano a la espada, tira estocadas por la reja y manda fuera, a grandes voces, a los “malignos encantadores”. Se vuelve hacia los gatos del aposento, les tira cuchilladas y los mininos escapan por donde entraron. Mas hay uno, rezagado, el cual se ve tan acosado que le salta a la cara, muerde, araña y no tiene piedad de sus pobres narices.

Don Quijote, muy dolorido, da grandes gritos. El duque y la duquesa acuden a la estancia, abriendo con la llave maestra. Ven al pobre caballero intentando arrancar al gato estampado en su cara. Acude el duque a “despartir” la pelea, mas no lo consiente el arañado. Que no se lo quite nadie, dejadle solo, que este “encantador” ha de enterarse quién es don Quijote de la Mancha.

El gato no entiende de Quijotes ni de Manchas. Gruñe y aprieta, con saña hasta que, el duque, consigue arrancarlo de las narices caballerescas y lo arroja fuera.

El rostro del arañado es una criba, mas lo que más le duele es que no le han dejado “fenecer la batalla”. Le traen un carísimo remedio, el aceite de Aparicio. La misma Altisidora le pone las vendas, mientras le recrimina. Todo esto le sucede por duro y pertinaz. Y ruega a Dios que, a Sancho, se le olvide azotarse. Así Dulcinea no saldrá de su encanto y nunca la gozará don Quijote, mientras ella viva, que le adora. ¡Qué víbora!

El de las vendas, no dice nada, sólo suspira profundamente, se tiende en el lecho y da las gracias a los duques, por su buena intención. Éstos le dejan descansar y se van, pesarosos. Se les ha ido la mano, la burla ha sido demasiado pesada. El burlado pasa cinco días en cama, y allí le sucede...¿otra aventura?

Mas el historiador lo deja ahora en suspenso, para acudir al gracioso gobierno de Sancho Panza.

Un abrazo de María Ángeles Merino


Copiado de "La arañita campaña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/espanto-cencerril-y-gatuno.html

sábado, 25 de octubre de 2014

¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo !




"¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo !"


Cuarta parte del comentario al capítulo 2,45 del Quijote, publicado en "La acequia"en la entrada titulada "Sancho, gobernador de Barataria", correspondiente al día 15 de abril de 2010.

Después de sentenciado el pleito de la caña, se le plantea otro: el de la mujer supuestamente forzada. 


Me ha costado encontrar una mujer que quisiera hacer un papel así. Pregunté a las de la cocina, a las fregonas, a las mozas de cántaro y a todas las sirvientas. Ninguna estaba dispuesta, todas temen la reacción de su padre, de su prometido, de su esposo…

Así, he tenido que recurrir a una mendiga que encuentro , a las puertas de la iglesia. . Le pregunto a la vagabunda si está dispuesta a ello, a cambio de unas monedas. La mujer acepta encantada y pido , a una sirvienta, me haga la merced de peinarla, lavarla y vestirla, sin esmerarse demasiado. Y esos cabellos enmarañados son un nido de piojos. La instruyo convenientemente, comprende muy bien, a pesar de su condición de pobre y de mujer.

Tiene que entrar en el juzgado, enganchada a un lacayo, el cual va vestido como suelen vestir los ganaderos ricos. Entra dando voces, pidiendo justicia, al señor gobernador. Cuenta su caso: el hombre la ha cogido en el campo y se ha aprovechado de su cuerpo, haciéndola perder lo que llevaba veintitrés años conservando y defendiendo.

Sancho se vuelve al hombre para que responda a la acusación de aquella mujer. Se presenta como “un pobre ganadero de cerda” que acaba de vender, en Barataria, cuatro puercos. No se olvida de pedir perdón por la palabra, ni de recordar las “alcabalas y socaliñas” que ha tenido que pagar. Se vuelve a su aldea y, en el camino, se topa con esta “buena dueña”. ¿Dueña? La Rodríguez, que está allí, mira al ganadero, con una mirada de basilisco. A lo que vamos. Dice el de los guarros que el diablo hizo que yogasen juntos. La paga, mas ella no queda satisfecha. Asegura que la forzó y no le deja en paz, hasta traerle aquí.

El gobernador le pregunta si lleva dinero en plata, el ganadero contesta que hasta veinte ducados. El escudero nos deja a todos boquiabiertos., cuando le pide que saque la bolsa de las monedas y… ¡se las entregue, sin más ni más, a la querellante!

El ganadero se los da temblando. Los toma la mujer que se va más contenta que unas pascuas, haciendo mil reverencias y ruegos a Dios por este gran gobernador. Mira si son de plata,las muerde, qué desconfiada. Sale del juzgado.

¡Cómo llora el ganadero! Creo que ha seguido mi consejo de poner un poco cebolla en un pañizuelo. ..Pero pronto ha de enjugárselas, que el gran Sancho le ordena que vaya tras la mujer y le quite la bolsa a la fuerza. Y que vuelva con ella…

Como un rayo va a hacer lo que se le manda. Todos estamos suspensos, a ver en qué para todo esto. Muy poco después, vuelven el hombre y la mujer. Ella con la saya levantada y la bolsa en el regazo. Él luchando por quitársela, imposible. ¡Cómo la defiende! ¡Qué fiera! Tal parece que la bolsa fuera de piedra imán… Vocea, pidiendo justicia a Dios y al mundo. Dice al señor gobernador que este “desalmado” le ha querido quitar la bolsa.

Sancho le pregunta si se la ha quitado. A lo que ella contesta que antes se dejara quitar la vida. ¡Buena es ella! Ni con tenazas, ni con martillos, ni con mazos, ni con escoplos…ni las garras de los leones. Antes le quitaran el ánima… ¡Qué bríos los de esta mujer!

El ganadero se rinde…Entonces Sancho nos vuelve a asombrar cuando pide la bolsa a la forzuda forzada, la cual se la da. Y , en tono de reprimenda,se dirige a la “esforzada no forzada” . Le asegura que “si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza.” ¿De dónde saca este labriego analfabeto estas sabias palabras?

Ordena a la de la bolsa que no aparezca más, por esta ínsula, a menos de seis leguas. Y la amenaza con una pena de doscientos azotes. “Churrillera, desvergonzada y embaidora”son los tres bellos adjetivos con que la califica. Y se va, “cabizbaja y mal contenta”.Ha ido por lana y ha salido trasquilada.

Ahora se dirige al “buen hombre”, que ande con Dios y con su dinero…y que no yogue con nadie. El “buen hombre” le da las gracias muy torpemente, no puede hablar…

Los “circunstantes” quedamos admiradísimos de los juicios y sentencias del gobernador. No nos esperábamos que el escudero tuviera algo más que serrín en la sesera.

Bien notado todo esto, lo escribo para el duque, que con gran deseo lo está esperando. De la que no sé nada, es de la duquesa. Tal vez esté en sus aposentos, o tal vez haya presenciado todo esto, bien disimulada entre el gentío, disfrazada de labradora.

Desaparezco, no se irrite conmigo, mujer amanuense. Con Dios.

Un abrazo de María Ángeles Merino Moya.


Copiado del blog "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/justicia-senor-gobernador-justicia-y-si.html

viernes, 24 de octubre de 2014

"Paréceme que en este pleito no ha de haber largas dilaciones, sino juzgar luego a juicio de buen varón"


Abejita con tijeras, paño y caña. No tenía escudos de oro...

Segunda parte del comentario al capítulo 2, 45 del Quijote, publicado en "La acequia"en la entrada titulada "Sancho, gobernador de Barataria", correspondiente al día 15 de abril de 2010.

Pero no lo voy a poder contar. Voy a tener que dejar hablar al mayordomo o no dejará en paz mi ordenador, es peor que un virus. Hable vuestra merced, le escucho atentamente.

Saludo a vuestra merced,mujer amanuense. Le contaré como fue el gobierno del tal Sancho. Le acompañamos hasta uno de los mejores lugares del señorío de mi señor, valga la redundancia: unos mil vecinos. Le decimos que se llama ínsula Barataria, puesto que bien barato le ha salido el cargo. El regimiento del pueblo sale a recibirlo a las puertas, puesto que se trata de una villa cercada. Tocan las campanas, los vecinos muestran su alegría y lo llevan hasta la iglesia mayor a dar gracias a Dios. Le entregan las llaves, de acuerdo con el ceremonial que conmigo han ensayado. Lo que me costó que lo dijeran todo seguido y sin reírse.

El “perpetuo gobernador” es gordito, pequeño, barbudo y viste con un ridículo atuendo leonado. Su figura llama la atención de los que no saben nada de la farsa e , incluso, de los que los que conocen el “busilis”.

Lo sacamos de la iglesia y no paramos hasta que posara sus valientes posaderas, en la silla del juzgado.

Le hago saber que, según una vieja costumbre insular, el que toma posesión de Barataria, ha de responder a una pregunta dificultosa, para que el pueblo compruebe el mucho o poco ingenio del nuevo gobernador.

Sancho mira y remira unas grandes letras que hemos puesto en la pared. Como no sabe leer, pregunta qué son esas “pinturas”. Le contesto que el epitafio dice, tras la fecha, que el señor don Sancho Panza tomó posesión de esta ínsula. Sancho pregunta por ese tal “don Sancho Panza” y le contesto que no es otro sino el sentado en la silla. Me replica que él no tiene don, ni en su familia lo ha habido. Es Sancho Panza “a secas”, sin “dones ni donas”. Y si hay muchos dones, ya se encargará él de eliminar el sobrante, que tantos dones molestan cual mosquitos. Cuando se enteren algunos que no se apean del don ni del doña…aunque ya se sabe que don sin din…

Me pide que le haga la pregunta que ha de responder pero, en ese momento, entran dos hombres, uno de labrador y otro de sastre, con sus tijeras. Ambos saben bien lo que han de decir y hacer, que esta farsa es cosa mía. Mi trabajo me costó convertir a los lacayos y a las fregonas en comediantes. Me vino a la memoria un viejo cuento, uno de los que contaba mi abuela, junto al fuego, durante las largas tardes invernales.

Habla el fingido sastre y cuenta que el labrador, allí presente, le muestra un pedazo de paño, preguntándole si hay para una caperuza, a lo que responde afirmativamente.

Como, los de este oficio, arrastran cierta fama de apañadores de paño; el cortador imagina lo que el campesino imagina: que le quiere hurtar una parte. E imagina bien porque, a continuación, pregunta si hay para dos. Le dice que sí y va añadiendo síes hasta llegar a cinco. Corta y cose las cinco y el sastre las tiene listas, cuando el labriego pasa a recogerlas. Y se las entrega; pero, se niega a pagarle la hechura, exigiéndole que le pague o devuelva el paño.

Sancho, muy en su papel de juez, pregunta, al cliente del sastre, si todo es así. Y así es, mas el sastre ha de mostrar su trabajo.

De debajo de su capa, asoma una mano, con cinco caperucitas, cada una cabe en un dedo. Y se las han de pagar, cómo no, que del paño nada ha quedado. Cómo nos reímos todos...

Al gobernador le parece un pleito sencillo y breve, basta el “juicio de buen varón”. Así sentencia: el sastre se queda sin hechuras y el labrador sin paño. Las caperuzas, para los presos de la cárcel; aunque no sé qué harán con ellas, por mucha imaginación que yo le ponga.

A continuación, se presentan dos criados, de los más ancianos del palacio. Van a hacer un papel, de eso precisamente…de viejos. Han ensayado bien lo que han de hacer y decir, mas les hago señas para que no me miren tanto.Soy el director, pero no ha de notarse.

Uno de ellos lleva una cañaheja por báculo, el elemento clave del fingimiento. El “sin báculo” expone su caso : prestó diez escudos de oro al otro, el cual se niega ahora a devolvérselos , diciendo que nunca tal cantidad le prestó y que ,si así fue, ya se los ha devuelto. Por ello, pide a Sancho le tome juramento y, si jura que los ha devuelto, él se los perdona, ante la justicia humana y la divina.

El gobernador baratario, con la vara hacia arriba, le pregunta qué dice a esto, al del báculo. Éste confiesa que, efectivamente, recibió los escudos, en préstamo; mas le pide que baje la vara, para jurar que ya se los ha pagó. Sancho la baja y el moroso da el báculo al acusador, para que se lo sostenga, mientras jura. Pone la mano en la cruz de la vara y jura ser verdad que le habían prestado aquellos diez escudos, pero que él “se los había devuelto de su mano a la suya” y , si los vuelve a pedir, es por su mala memoria.

El gran gobernador pregunta al acreedor qué le parece lo que dice el deudor. Y contesta, con cara de ingenuo muy bien puesta, que parecía decir la verdad, que le tenía por bueno y por cristiano, se le habrá olvidado...y a callar. El deudor coge su báculo y sale.

El de la vara mira cómo se va el de la cañaheja y se queda pensativo un rato. ¡Ya está! ¿No será que el destripaterrones gobernador se sabe el cuento? Porque manda que llamen al de la caña o báculo, o lo que sea. Se lo traen y le pide que le entregue el báculo. Se lo da y Sancho se lo pone en la mano al otro viejo, diciéndole que ya está pagado. Quiere que todos vean que tiene “caletre” el señor gobernador. Manda que se rompa la caña, así se hace y ¡dentro hallan diez escudos de oro!

Todos quedan, quedamos, admirados y hay quien dice que estamos ante un nuevo Salomón. No es para tanto, es que se sabía el cuento, que se lo contó el cura de su pueblo *.


Le preguntan que cómo lo supo y contesta que se fijó en cómo daba el báculo al otro, mientras juraba. ¡Ahí debían estar! Y los curas de aldea que cuentan estas historias, en sus sermones, para que la gente escuche con gusto y , de paso, aprenda la doctrina..

Será verdad eso de que los que gobiernan, aunque sean unos porros, son encaminados por Dios en sus juicios. Y éste ¿es un listo tonto o un tonto listo? ¿Lo sabrá ese que escribió el libro favorito de mi señor, el duque? Posiblemente, ni ése lo sabe.

Ver anotación 33.

(Continúa)


Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/pareceme-que-en-este-pleito-no-ha-de.html


lunes, 20 de octubre de 2014

Recuerdo infantil y sanchesco, de cuando Burgos tenía una plaza mayor con jardines.


Segunda parte del comentario al capítulo 2, 45 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Sancho, gobernador de Barataria", correspondiente al día 15 de abril de 2010.

La mente humana retiene unas vivencias y borra otras. Los tres casos juzgados por el gobernador Sancho, en este capítulo, permanecen bien grabados, en mi memoria. Es un recuerdo infantil, muy anterior a mi primera lectura del Quijote. 


Aquel sastre con sus diminutas caperuzas, el moroso con su caña hueca y la muchacha que no supo defender su cuerpo, siendo capaz de defender su dinero. Todos eran niñas de un colegio, disfrazadas con cuatro trapos; que actuaban, en una sencilla representación escolar, con el texto tijereteado y el  vocabulario cambiado, obviando los detalles escabrosos, no aptos para menores. 

En consecuencia, no entendí lo que verdaderamente le había pasado a la chica de las monedas y cualquiera preguntaba… Eso sí, el irritado cliente del sastre movía los cinco dedos, con cinco caperucitas, como dedales, en cada uno. El moroso entregaba, cucamente, la caña .La muchacha corría, abrazada amorosamente a su bolsa. ¡Con qué claridad los veo!

(Continúa)


Un abrazo de María Ángeles Merino

Copiado del blog "La arañita campeña", entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/recuerdo-infantil-y-sanchesco-de-cuando.html

domingo, 19 de octubre de 2014

¡ A ti digo, ¡oh sol..., a ti digo que me favorezcas y alumbres la escuridad de mi ingenio...!"















¡"Oh perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo , meneo dulce de las cantimploras , Timbrio aquí , Febo allí, tirador acá , médico acullá, padre de la poesía, inventor de la música, tú que siempre sales y, aunque lo parece, nunca te pones !"

Primera parte del comentario al capítulo 2, 45 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Sancho, gobernador de Barataria", correspondiente al día 15 de abril de 2010.

De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ínsula y del modo que comenzó a gobernar.

Comienza el capítulo con un ¡oh! ¿Qué le pasa ahora a la “voz textual anónima”? ¡Cielos, se ha vuelto pagano! Invoca, solemnemente al sol, como astro y como dios Apolo. Como gran astro, ilumina cada día todo el globo terrestre con su antorcha, siempre sale, nunca se pone, es fuente de vida…y es tan humilde que desciende a menear dulcemente las cantimploras. Como dios Apolo es invocado con sus epítetos, pero con sorna: Timbrio aquí, Febo allá, tirador aquí, médico acullá… innumerables oficios los suyos, qué espabilado.

¿Y en qué va a desembocar el geográfico y mitológico rodeo? En las dudas del narrador, que no ve nada claro lo del gobierno de Sancho, y pide luz para su ingenio.

Tras este párrafo de tono paródico, nos encontramos de nuevo con Sancho y su acompañamiento. Llegan a la ínsula Barataria y ahí está el mayordomo, el que fue Merlín y luego pasó a ser condesa Trifaldi. ¿Cómo he podido pensar que no se iba a inmiscuir en mi comentario?

(Continúa)


Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", entrada del mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/ti-digo-oh-sol-ti-digo-que-me.html

sábado, 18 de octubre de 2014

Don Quijote camuflado en una tienda de "souvenirs", huyendo de los tejos de Altisidora.


Don Quijote camuflado en una tienda de "souvenirs", huyendo de los tejos de Altisidora.

Segunda parte del comentario al capítulo 2,44 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Todo al revés", correspondiente al día 8 de abril de 2010.

Dejamos ir en paz y en enhorabuena al buen Sancho y al mayordomo trifásico, que desaparece y permite recuperar la voz a esta mujer amanuense, con su ingenio infernal, productor de letras…

El narrador, uno de ellos, anticipa al lector amable, las dos fanegas de risa que le ha de causar el comportamiento del escudero gobernador. Lo de don Quijote sólo da para un desplegamiento simiesco de los labios. Reiremos o nos admiraremos; mejor esto último.

Se va el escudero a su ínsula y don Quijote se siente tan solo que, si pudiera, no dudaría en dar marcha atrás y privarle de su ansiado gobierno.

La duquesa, al verlo tan melancólico, le pregunta por la causa de su tristeza y le recuerda, que si es por la ausencia de Sancho, no falta en su casa quien le haga compañía, ya sean dueñas, escuderos, doncellas...

Responde que no es esa la causa principal de su tristeza. Agradece los ofrecimientos que, con tan buena voluntad le hacen, pero ruega que nadie se presente, en su aposento, con intención de servirle. Se servirá a sí mismo.

La duquesa le replica que nada de eso, que le han de servir sus doncellas, "hermosas como unas flores". Que no, que tales flores son espinas, clavadas en el alma del fidelísimo y castísimo caballero; el cual interpone una muralla entre sus deseos y su honestidad, tal es su costumbre y no la perderá por la “liberalidad” duquesil. Y alto ahí, que nadie desnude a este continente varón…

Ni hombre, ni mujer, ni mosca entrará en sus aposentos, tales serán las órdenes de la burlona duquesa. No ha de descabalarse, por su causa, la decencia del señor don Quijote”, cuya honestidad campea, entre tantas virtudes como lo adornan. Y, suponemos que aguantando la risa, le dice que se desnude y vista a su antojo, que no le faltarán esos vasos, imprescindibles para dormir con la puerta cerrada . A la gran dama, la imaginamos con una sonrisilla de “jimia”, al descender al terreno de las naturales necesidades y los pertinentes, o pestilentes, orinales…

Y de los “vasos” a los vivas, menudo giro da la duquesita. Vuelve al estilo de sus libros y…que viva y sea mundialmente conocida la que mereció ser amada por tan honestísimo caballero. Y que los cielos infundan el deseo, “a nuestro gobernador”, de acabar presto sus disciplinas, para que el mundo goce de la belleza tobosina.
Que paguen el pato las valientes posaderas del escudero...

Don Quijote se derrite con tan corteses alabanzas, las dirigidas a su persona y , sobre todo, las que se dirigen a su gran Dulcinea.

Devolviendo la cortesía, las valora desmesuradamente, más que aquellas de “los más elocuentes de la tierra”.

Para lo que viene a continuación, ha de estar el caballero en su aposento.Ya es hora, tras la cena, , el viajero se acostará prontito, que los viajes a Candaya ya se sabe, muelen…

Pues, no, señora duquesa. Don Quijote de molido, nada de nada. Clavileño , qué bestia tan maja, tan reposada y de tan buen paso…Por qué se habrá deshecho Malambruno de una cabalgadura así, mira qué quemarlo…

La duquesa tiene respuesta para todo. Estaba tan arrepentido de las maldades cometidas, “como hechicero y encantador”, que quiso acabar con todos los “instrumentos de su oficio”.El que más le hacía sentirse culpable: el equino de madera.

Sus abrasadas cenizas, el trofeo del cartel, eterno el valor del gran don Quijote de la Mancha, más agradecimientos corteses y a cenar.

Don Quijote se retira a sus soledades, siguiendo el ejemplo de Amadís, espejo en el que se miran los andantes caballeros. Que nadie le fuerce a perder el honesto decoro que a su señora guarda.

A la luz de dos velas se desnuda y, al descalzarse, no se le escapan suspiros ni…cosa alguna que ofenda al sentido del olfato. Se le escapan dos docenas… de puntos de una media. Son muchos los fugados, es difícil reparar tal celosía. Se aflige porque no dispone de un poco de seda verde para reparar las medias…verdes, por supuesto. Tal vez se contentase con algo de seda… de cualquier otro color, aunque sea la mayor señal de miseria que pueda mostrar un hidalgo.

Y, llegados a este punto, o puntos, interviene el cronista Cide Hamete, para lamentarse de la pobreza de nuestro héroe, discrepando de aquel gran poeta cordobés que la considera como dádiva no apreciada. Aunque moro, Cide ha estado con cristianos y conoce la pobreza como camino hacia la santidad, junto a otras virtudes.

Pero no habla de esa primera pobreza, sino de la segunda, de esa vergonzante que sufren tantos hidalgos. Esos que ahúman sus zapatos, que llevan cada botón de una clase y los cuellos sin almidonar. Esos que pasan hambre y salen a la calle con el palillo de dientes que nada hurga, si no es el sarro. Disimulando los zapatos remendados, el sombrero y la capa desgastados…el hidalgo aquel del “Lazarillo de Tormes”, la genial novela a la que Cervantes rinde tributo.

Todo eso se le renueva a don Quijote, contemplando sus puntos. Se consuela al ver las botas de camino que pueden tapar la rotura de las medias. Apaga las velas, hace calor y no puede dormir. Se levanta, abre la ventana que da a un jardín. Oye gente que anda y habla. Se pone a escuchar, con atención.

Dos mujeres levantan la voz, para que don Quijote las oiga bien. Altisidora comunica a Emerencia sus cuitas amorosas: se ha enamorado del “forastero”.

Su compañera le anima a expresar su amor, que “el señor de su corazón acaba de abrir la ventana”. Altisidora no quiere que la juzguen como liviana, pero se decide a cantar, acompañada de su arpa.

Don Quijote queda pasmado y le vienen a la memoria escenas semejantes, sacadas de sus libros de caballerías. Imagina que la doncella está enamorada de él y la honestidad le fuerza al secreto.

Se propone no dejarse vencer y encomendándose a su señora Dulcinea, escuchar valientemente la música. Da un falso estornudo para que sepan de su presencia. Las doncellas se alegran, eso estaban esperando.

Altisidora se declara , en su romance, al caballero más valiente de la Mancha, que no sabe de una triste doncella que se abrasa el alma, herida de su amor. Mas Dulcinea ha vencido y será famosa, de río a río. Por ella se cambiaría, quién se viera en sus brazos, aunque se conformaría con rascarle la cabeza y quitarle la caspa. Cofias, escarpines, calzas, herreruelos, finísimas perlas…daría al Nerón manchego. ¡Cuánto disparate! Pulcela tierna, de catorce años, ni coja, ni manca…los cabellos largos, bella a pesar de la boca aguileña, la nariz chata y los dientes amarillos como el topacio. Voz dulce, eso sí y Altisidora la llaman.¡Qué horror de niña!

Don Quijote queda asombrado, suspira y se considera desdichado ¡porque toda doncella se le enamora! ¡Qué risas contenidas en el jardín!

¡Qué desgracia la de Dulcinea! La persiguen reinas, emperatrices, mocosas de catorce años. Bueno, que se entere la “caterva enamorada”: don Quijote sólo es de Dulcinea, “a pesar de todas las potestades hechiceras de la tierra”. Las demás pueden llorar, cantar o tirarse de los pelos.

Don Quijote siente un gran pesar y cierra de golpe la ventana. Se acuesta pesaroso y lo dejamos hecho polvo, en su lecho.

Nos hemos de ocupar ahora del “famoso gobierno” del “gran Sancho Panza”.

Un abrazo para todos de María Ángeles Merino


Copiado de "La arañita campeña", entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/don-quijote-camuflado-en-una-tienda-de.html

Pero al traductor ¿qué le importa si la historia es seca y limitada?


El esquema que muestra la abejita, lo copió de aquí:

Primera parte del comentario al capítulo 2,44 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Todo al revés", correspondiente al día 8 de abril de 2010.

Cómo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la estraña aventura que en el castillo sucedió a don Quijote

Las primeras líneas son muy confusas, las leo y las releo: “Dicen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide Hamete a escribir este capítulo no le tradujo su intérprete como él le había escrito “


Y ¿por qué hace esto el que, se supone, ha de ser fiel al texto? Nos quedamos con la boca abierta: “un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo”. Al parecer, al morisco aljamiado, no le place “una historia tan seca y limitada” como es la de don Quijote. Hablar siempre de los mismos, don Quijote y Sancho, sin digresiones, sin otro tipo de episodios, es un trabajo insufrible y estéril para el autor.


Pero al traductor ¿qué le importa si la historia es seca y limitada? Respiro, aliviada, cuando leo, en una anotación, al cervantista Diego Clemencín: «Todo esto del principio del capítulo es una algarabía que no se entiende. Porque ¿cómo podía leerse en el propio original de la historia que no lo había traducido fielmente su intérprete?”


¿A dónde quiere ir a parar Cervantes, el autor real? Este berenjenal está destinado a desembocar en “El curioso impertinente” y “El capitán cautivo”, novelas que intercaló, en la primera parte, para huir del inconveniente de “hablar por las bocas de pocas personas”. A la vista de algunos reproches que recibieron estas novelas cortas, totalmente ajenas al argumento principal y artificialmente encajadas, va a cambiar de rumbo y nos cuenta los motivos que le asisten.


Tal vez, algunos lectores, centrada su atención en el hilo principal de la historia, pasarían por las novelas del curioso o del cautivo, con prisa o con enfado, sin apreciar su “gala y artificio”; que lo tenían, cómo no.


Por eso, no quiso incluir, en esta segunda parte, novelas sueltas, sino algunos “episodios”, nacidos de los sucesos quijotescos, con las palabras limitadas, sin extenderse demasiado. Puesto que, por necesidades de la narrativa, se ha dejado tanto en el tintero, tiene el desparpajo de pedir alabanzas “por lo que ha dejado de escribir”. Tiene razón, al que escribe tanto, o más esfuerzo, le cuestan las palabras desechadas como las admitidas. En la cabeza de Cervantes bullen las palabras, las oraciones, los párrafos, los mil y un cuentos, las mil y una historias. Seguramente, le cuesta elegir, le duelen las limitaciones…


Prosigue la historia, acaban de comer y don Quijote pasa sus consejos a un escrito, ya buscará Sancho quien se los lea. Se los entrega, pero se le cae el papel y llega a las ávidas manos de los duques, admirados tanto de la locura como del ingenio del caballero. El escrito les estimula, han de seguir con las burlas ya, antes de que esto se enfríe. Esa misma tarde envían a Sancho, con acompañamiento, al lugar elegido como ínsula. ¿Quién le acompaña?


Ay, que por la pantalla aparece nuestro viejo amigo secundario, el mayordomo aquel que de Merlín pasó a metamorfosearse en la dueña Dolorida. Me está hablando, subo el volumen, lo escucharé.


Saludo a vuestra merced, mujer amanuense, sin pluma ni tintero, lo cual parece obra del Maligno. El motivo de mi breve visita es contarle mi nuevo encuentro con Sancho Panza, con ocasión del acompañamiento, hasta la ínsula otorgada por mi señor, el duque. Le gustará a su señoría, el gobernador...En el recinto del palacio ducal no faltan espacios adecuados, dignos de tan grande señor...


Después de ser la condesa Trifaldi, llovieron sobre mi persona las felicitaciones, por mi discreción y gracia, lo uno junto a lo otro. Todos se hacen lenguas de mi donaire, especialmente mis señores, que me instruyen acerca de las trazas y el estilo que he de seguir con este Sancho Panza. Mi vieja profesión de comediante, me ayuda...


Acaece que Sancho me ve e, inmediatamente, se le figura el rostro de la condesa Trifaldi . O se le ha de llevar el diablo, o su señor ha de confesarle que el rostro del mayordomo es el de la Dolorida. Así se lo plantea a don Quijote, el cual me mira atentamente y su respuesta no me causa sorpresa, porque conozco al personaje, a través de la lectura de la famosa obra impresa, aquella que devoraba el duque, encerrado en la biblioteca. Aquellos folios nos pusieron a salvo de la cólera de su excelencia, en ocasiones.

No sólo de lectura me alimento, ya saben vuestras mercedes que los últimos episodios los he vivido directamente. Disculpen la digresión...estaba hablando de la previsible respuesta del caballero andante , pues responde :“ que el rostro de la Dolorida es el del mayordomo, pero no por eso el mayordomo es la Dolorida”. ¿La solución a la adivinanza? Todo es obra de malos encantadores, por supuesto.

Sancho insiste con la voz de la Trifaldi. Anuncia que, de momento, calla; mas estará alerta por si alguna señal confirma o deshace su sospecha. Don Quijote queda conforme y le pide que le dé aviso, asimismo, de lo que en el gobierno le sucediere. En ascuas,queda...

El futuro gobernador sale, acompañado del sonriente cortejo, el dispuesto para tan memorable ocasión, vestido de letrado, con unas enormes prendas leonadas , tanto el gabán como la montera. Va sobre un macho, a la jineta. El rucio, holgando, más ajaezado que nunca, va detrás. Su amo , de vez en cuando, vuelve la cabeza, para contemplar al borrico de ssu entretelas. Este majagranzas va tocando el cielo con los dedos, no se cambiaría por el tudesco emperador. Se despide de mis amos, con un besamanos y , cómo no, besa asimismo la mano del suyo. Don Quijote le bendice lacrimoso y, el escudero, como un tierno infante, hace "pucheritos".

Dejémosle ir a su cargo, presto sabrá vuestra merced cómo se portó en su cargo y, tal vez, ría...Aunque me parece a mí que esta mujer amanuense no es muy amiga de estas chanzas.
Desaparezco...

(Continúa)


Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Copiado del blog "La arañita campeña", entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/04/pero-al-traductor-que-le-importa-si-la.html

sábado, 11 de octubre de 2014

»Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago"


»No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería"
»Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago"




»Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra". En la foto, el vino quijotesco, del Toboso nada menos, que compartimos con Víctor Crémer, nieto de Victoriano Crémer

Primera parte del comentario al capítulo 2,43 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Más consejos, mil refranes y nueva victoria de Sancho", correspondiente al día 1 de abril de 2010.

 De los consejos segundos que dio don Quijote a Sancho Panza

Sancho ha de seguir atendiendo a los prudentísimos consejos de un loco. El narrador, ése que lo sabe todo, comienza el capítulo preguntándose quién oyera el razonamiento de don Quijote que no lo tuviera por persona cuerda. A lo largo de esta historia, sólo ha disparatado en lo tocante a la caballería, en todo los demás “claro y desenfadado entendimiento”. Empieza don Quijote con “los consejos segundos”. Donaire, discreción y locura, sí también la locura, van a alcanzar una cota muy elevada. Preparaos.

Sancho, preñado de gobierno, escucha con atención, a su señor y procura memorizar sus consejos para salir” a buen parto”. Buena imagen, que tengas una hora corta, escudero.

Don Quijote, ahora, va a descender al gobierno “de persona y casa”. El primer consejo es la limpieza, algo no tan obvio entonces, con una atención especial a cortarse las uñas. No debe dejárselas crecer, luciendo ese “escremento” que no es sino ”garra de cernícalo lagartijero”. Nos da la impresión de que Cervantes, siente especial repugnancia por este “puerco” hábito y, sobre todo por aquellos que las llevan largas como prueba de hidalguía, como señal de no haber trabajado nunca manualmente. 

Sancho no debe llevar la ropa floja porque eso da a entender que su ánimo anda por los suelos. Y si llega tan alto que ha de uniformar elegantemente a sus criados, lo hará con librea más práctica que vistosa. El pecado de soberbia ha de compensarlo con la virtud de la caridad: si tiene seis hatos, vestirá a tres criados y a tres menesterosos.

Si Sancho come ajos y cebollas, el olor le delatará como villano. No los ha de probar, aunque formen parte de sus hábitos más arraigados.

Ha de andar despacio y hablar reposadamente, pero sin afectación. No ha de dar la impresión de que se escucha a sí mismo.

Comerá poco y cenará muy poco, que en el estómago está la oficina que gestiona la salud. Sancho está acostumbrado a pasar hambres por esos caminos, no hay problema: pan duro, queso duro como para descalabrar a un gigante, algarrobas, avellanas, nueces…

Esas frugales colaciones suelen ir regadas con agua, que no siempre el vino de su bota le permite estar “mirando a las estrellas un cuarto de hora”; como en aquella hiperbólica ocasión,  invitado por el escudero del “del Bosque”. Es cierto que, en ocasiones, le vemos de camino, menudeando tragos, “con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga”. Mas, cuando el pequeño odre se vacía, sabe que no llevan camino de “remediar tan presto su falta”. No hay tanto peligro, al parecer, de que el “vino demasiado” le haga irse de la lengua y desvelar algún secreto.

Al comer y al beber, Sancho ha de guardar las buenas formas: ni mascar a dos carrillos ni “erutar “en público. El gobernador insulano a eso de erutar”, lo llama “regoldar”. Don Quijote se muestra partidario del latinismo erutar, introducido por la gente “curiosa” y, aunque haya gente que no lo entienda, “el uso los irá introduciendo “. Considera “regoldar” como “un torpe vocablo”, tal vez demasiado descriptivo. Sancho está acostumbrado a decir “regoldar” y le cuesta la otra palabra. Lo tendrá en cuenta, que él regüelda a menudo o como quiera llamarlo.

Y llegamos a algo que irrita sobremanera a don Quijote: su costumbre de mezclar refranes en sus pláticas, vengan o no a pelo. No lo puede remediar, sabe tantos que se apelotonan en su boca, riñen entre sí, pugnan por salir y, al final, la lengua dispara a los primeros que pilla. Que es así queda demostrado a continuación. Está diciendo que tendrá en cuenta de decir sólo los que convengan a su cargo y, de pronto, dispara cuatro refranes ensartados: la casa llena, el que destaja, el que repica y el de dar y tener. Y vete a saber lo que nos quiere decir con esa sarta.

¡Cómo se enfada don Quijote! Le está diciendo que evite refranes y, en un instante, ataca con una “letanía” de ellos. Le advierte, ya más calmado, que su plática refranera será “desmayada y baja”.

El andar a caballo es un tema principal, ha de parecer caballero y no caballerizo. Ni echarse hacia atrás, ni llevar las piernas estiradas y lejos del caballo, ni tan flojo que parezca ir sobre el rucio.

Ha de madrugar con el sol, para disfrutar del día. Tendrá en cuenta que la diligencia ayuda a los buenos deseos y la pereza jamás.

Como “último consejo” provechoso, quiere que lleve en la memoria que nunca se ponga a “disputar de linajes”, comparándolos odiosamente. No creo que el linaje de los Panzas se preste a disputas.

Su vestido será: “calza entera, ropilla larga “y “herreruelo un poco más largo”. Ropa que le cubra bien, nada de greguescos que dejan al aire los muslos. Esos son propios de la soldadesca, nunca de caballeros andantes o gobernadores.

(Continúa)


Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

Enlace:
He consultado el trabajo "Sancho se hace", de Antonio Barbagallo.

viernes, 10 de octubre de 2014

"Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría"



El Instituto Cardenal López de Mendoza, de Burgos, creado en 1845, se ubicó en este edificio de 1538, antiguo Colegio San Nicolás, que perteneció a la familia López de Mendoza. Tras pasar la puerta principal del bello edificio renacentista, nos encontramos con otro acceso donde figura escrito el proverbio latino "Initium sapientiae est timor Domini", al que alude don Quijote, en este capítulo. Desde 1968 hasta 1974,como alumna del mismo, atravesé, todos los días del curso escolar, esta puerta con la terrible advertencia: "El principio de la sabiduría está en el temor de Dios".

Segunda parte al comentario al capítulo 2.42  del Quijote. Publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Consejos para un buen gobierno", correspondiente al día 25 de marzo de 2010.

"De los consejos que dio don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la ínsula, con otras cosas bien consideradas"

Don Quijote, ante la inminente toma de posesión del gobernador insulano y, con licencia del duque, lo conduce a una estancia aparte, para aconsejarle en privado. Cierra tras sí la puerta y no lo invita a sentarse, sino que le hace sentar.

Da las “infinitas gracias” al cielo, porque la buena dicha ha salido a recibir a Sancho, antes y primero y, a continuación, pone en marcha la artillería, con voz reposada, para rebajar los humos al escudero.

El duque acaba de hablarle de “vos”, ahora don Quijote le tutea, tratamiento mucho más familiar: “Tú, que para mí, sin duda alguna, eres un porro…” Sin madrugar, sin trasnochar, sin hacer diligencias, el aliento de la caballería andante le tocó en el cogote y ya se ve gobernador. Ya sabe, Sancho, a quién le debe todo. ¿Madrugar? ¿Trasnochar? Su señor no se acuerda de las largas jornadas, días y noches, por esos caminos de Dios. ¿Diligencias? ¡Tantas veces se las sellaron en las costillas!

Y todo esto se lo dice por su bien, para que sea humilde y dé gracias al cielo y a la grandeza de la profesión caballeresca. Que aprenda este Catón, no se vaya a engolfar ni confundir, puesto que no pasó de la primera página de la cartilla, como él mismo reconoce. Veamos las lecciones de don Quijote.

La primera lección consiste en temer a Dios, que ahí está el principio de la sabiduría, el viejo proverbio latino: “initium sapientiae, timor domini”.

La segunda se fundamenta en conocerse a uno mismo, el “gnóthi seautón” de los griegos y el “nosce te ipsum” latino. Si Sancho llega a conocerse bien, no se hinchará como la rana del cuento y no le afearán el haber sido pastor de puercos.

¿Pastor de puercos? Eso fue de muchacho. Gansos fue lo que guardó, algo más mayorcito. Conque gansos, je, je, lo estás poniendo peor, pensará el que busca la risa, en el Quijote. Pero este lector verá a continuación como este “porro” da en el clavo: “no todos los que gobiernan vienen de casta de reyes”.

Don Quijote asiente y añade que los que no son nobles de cuna han de ser más suaves y más prudentes, para evitar la murmuración. Y le aconseja que haga gala de sus orígenes humildes, porque si ven que él no se avergüenza, no le avergonzarán.

Sancho ha de poner a la virtud, por encima de todas las cosas. Mejor “humilde virtuoso que pecador soberbio”. Si el humilde labriego practica la virtud y se precia de practicarla, no tendrá envidia a los grandes señores; que “la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí misma lo que la sangre no vale”.

Sancho ha de “acoger, agasajar y regalar” a sus parientes si lo visitan en la ínsula, sin desecharlos o humillarlos, por su humilde condición.

Si lleva consigo a su mujer ha de enseñarla, doctrinarla y desbastarla de “su natural rudeza”, que una mujer rústica y tonta puede ser muy perjudicial para un gobernador. ¿Cómo se las apañará Sancho para quitar lo basto a su Teresa? Lo cierto es que Teresa puede ser rústica, pero no tonta.

Don Quijote no deja cabo suelto y también le aconseja para el caso de enviudar. Le dice que no la tome como caña para “pescar” lo que él aparente no querer y…todo queda en casa.

Nuestro caballero andante ofrece, a continuación un código ético, que ha de tener Sancho muy presente, en su cargo.

No ha de guiarse por su propio juicio o “ley del encaje”, hallarán en él más compasión por las lágrimas del pobre que por las informaciones del rico, pero no más justicia; ha de descubrir la verdad entre las promesas y dádivas del rico, pero también en los sollozos del pobre; no ha de cargar todo el rigor de la ley al delincuente; si se dobla la vara de la justicia, que sea por el peso de la misericordia, no por la dádiva; si juzga un pleito de un enemigo , olvide las injurias y busque la verdad ; no ha de cegarle la pasión en la causa ajena…

Sigamos… si alguna mujer hermosa le pide justicia, no ha de mirar sus lágrimas ni oír sus gemidos. Y al que ha de castigar con obras, no lo maltrate de palabra, que bastante tiene el pobre.

Al culpado ha de considerar como a hombre sujeto a la depravada naturaleza humana y siempre ha de mostrarse piadoso y clemente.

Si Sancho sigue estas reglas, vivirá en paz, con el beneplácito de la gente, rodeado de hijos y nietos. Y, en el momento de su muerte, cerrarán sus ojos las manitas de sus tataranietos. Larga vida a Sancho, pues.

Estos son los adornos del alma, a continuación le indicará los que sirven de adorno al cuerpo.

Esperemos al próximo capítulo, hasta entonces un abrazo de María Ángeles Merino Moya.


Publicado "En la arañita campeña", entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/03/primeramente-oh-hijo-has-de-temer-dios.html