domingo, 7 de septiembre de 2014

"En estremo se holgaron el duque y la duquesa de ver cuán bien iba respondiendo a su intención don Quijote..."




Don Quijote reacciona tal y como los duques esperan. En extremo, se huelgan los duques; como niños que se regocijan tirando del hilo que mueve al títere. El títere puede acabar machacado…

Donde se prosigue la famosa aventura de la dueña Dolorida

Saludo a vuestras mercedes. Soy el mayordomo de los señores duques, aquel que hizo de Merlín ¿recuerdan? El capítulo anterior terminó con una comitiva negra y triste, tocando melancólicos instrumentos. Tras ella venía Trifaldín, el escudero de la condesa Trifaldi, el cual expone los deseos de su señora. Elegí a Trifaldín entre los numerosos criados con que cuenta este palacio ducal. Buena memoria, pronuncia bien un discurso, mantiene el semblante grave y no estalla de risa. Creo que, en su mocedad, sirvió de cómico en una compañía ambulante; aunque no lo reconoce, dada la mala reputación que conlleva haber trabajado en la farándula. No es el único…

Tras oírlo, Don Quijote está radiante: la condesa Trifaldi, también llamada Dueña Dolorida, viene a pie y en ayunas, nada menos que desde el lejanísimo Candaya. Solicita audiencia con nuestro caballero, ha de exponer sus cuitas y recibir la pertinente ayuda de su fortísimo brazo. Que pase, que pase la cuitada.

Y clama por la presencia de aquel “grave eclesiástico”, el que demostró tanta ojeriza a los caballeros andantes, para que vea si son necesarios en el mundo. Menudo rapapolvo le echó, yo lo vi…las cortinas son mis aliados.

Don Quijote reacciona tal y como los duques esperan. En extremo, se huelgan los duques; como niños que se regocijan tirando del hilo que mueve al títere. El títere puede acabar machacado…

Tras lo de Trifaldín, he de esconderme para vestirme de Dueña Dolorida. Me pongo rápidamente los monjiles ropajes, la triple falda y la toca blanca. Mas, antes de incorporarme a la comitiva, tengo tiempo de escuchar, escondido tras un frondoso arbusto, los razonamientos del escudero con los duques. Cuando no hay cortinas, me sirvo de la vegetación.

Sancho va a su avío. Tiene muy mala opinión de las dueñas y podría ser que la cuitada dueña estorbara su ansiado gobierno insular. Y el gran mentecato se pone a hablarnos de un boticario toledano, el cual hablaba como un jilguero. ¿Piaba, hablaba “polido” o era un correveidile? El escudero le oyó decir un día que “donde interviniesen dueñas no podía suceder cosa buena”. Y si todas son enfadosas e impertinentes... ¿cómo serán las que, además, están doloridas? ¡No habrá quién las soporte!

El escudero es algo malicioso. Llama a la condesa Tres Faldas o Tres Colas para dejar caer eso de que “en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es uno”.

Don Quijote le manda callar, la de las “lueñes tierras” no es de esas del boticario toledano. Le explica que, al ser condesa, tiene dueñas “señorísimas” que a su vez son servidas por dueñas. Y estas dueñas menores serán servidas por otras inferiores y, así, se establecerá una jerarquía dueñil.

Parece que viene alguien. ¡Es doña Rodríguez! Está furiosa. Me dice:

¡Alto ahí! Cállese, que no voy a permitir que cuente lo mío un mayordomo farandulero. Estoy presente cuando ese majagranzas de escudero habla mal de las de mi condición, incluso da a entender que somos de costumbres lujuriosas, que si colas y faldas…Procuro tener control sobre mí misma y, con mucha serenidad, le indico que hay dueñas, por aquí, que pudieran ser condesas si la fortuna hubiera querido…mas no quiso. Defiendo a mis compañeras dueñas, que nadie diga mal de ellas. Y si son doncellas y antiguas, merecen más respeto; aunque yo no sea de esa condición, que mi doncellez queda ya muy lejos. Cuando reinaba nuestro augusto emperador Carolo , en nombre de su augusta madre, doña Juana.

“Quien a nosotros trasquiló, las tijeras le quedan en la mano”, sentencio. Y este escudero, tan amigo de refranes, lo agarra para manifestar que hay mucho que trasquilar en las dueñas y mejor es no menar ese arroz, aunque se pegue. ¡Cómo encaja refranes el villano!

Le respondo que los escuderos siempre son enemigos nuestros. Son los “duendes de las antesalas “que suelen estar ociosos y se dedican a enterrar nuestra fama. A galeras les mandaba yo, que aunque les moleste, tenemos nuestro sitio en el mundo, aunque no muy confortable.” No hay virtud que no se encierre en una dueña”, puedo demostrarlo.

Mi señora, la duquesa, sale en mi defensa. Reconoce que tengo mucha razón, pero me dice que conviene esperar, antes de defenderme a mí misma y a mis compañeras. Ya veo que limpiar la mala fama de las dueñas, aunque sea ante el desconocido boticario y el escudero gobernador, no es prioritario para esta altísima señora. Lo que corresponde al momento actual, es reírse a costa de este resucitado caballero andante, como recién salido de sus librotes caballerescos. Dejemos a la criatura con sus juguetes…

Sancho replica que ahora, con sus humos de gobernador, las dueñas le importan un cabrahígo. Eso es cosa de escuderos. Hasta aquí, mi participación en este capítulo, así que me voy. Quédense con Dios.

La dueña Rodríguez desaparece y yo he de vestirme rápidamente, que suenan los pífaros y los tambores. La dueña Dolorida va a entrar y soy imprescindible.

Mientras lucho con las tres faldas y la toca, oigo hablar a los duques. La señora pregunta al señor si han de recibirla, puesto que es condesa y principal. Sancho da su opinión, que nadie le ha solicitado: hay que recibirla como condesa, que no como dueña.

Don Quijote, irritado, le pregunta quién le mete en esto, a lo que Sancho contesta que lo hace por cortesía, la misma que aprendió en su compañía.

El duque da la razón al rústico y opina que , al ver a la condesa, tantearán la cortesía que se le debe.

Suenan los tambores y pífaros, me ajusto la toca y me incorporo a la comitiva.

Un abrazo de María Ángeles Merino


Comentario copiado de "La arañita campeña", entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/02/en-estremo-se-holgaron-el-duque-y-la.html

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