jueves, 21 de agosto de 2014

Sancho, como Sacripante, no se enteró de que le faltaba su jumento.


Los Reyes Magos no se han enterado de que les faltan los camellos ; al igual que Sancho y Sacripante, con sus jumentos.

Comentario al capítulo 2.27 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Ginés de Pasamonte en medio de un prodigioso juego de escritura", correspondiente al día 10 de diciembre de 2009.

Saludo a todos los que pasáis por aquí. De momento voy a hablar con mi propia voz, la de María Ángeles Merino. Tal vez luego se la ceda a algún secundario, quién sabe. Me han llegado noticias, desde el limbo de los secundarios, con las quejas de uno de ellos, que además aparece con tres personalidades diferentes. Y no soporta que, estando él presente en el 2.25 y en el 2.26, haya elegido yo la voz del “primo” para narrarlo; siendo él parte tan importante, en los dos últimos capítulos.

Comienzo a leer el capítulo 2.27 y me encuentro a un Cide Hamete que jura ¡como “católico cristiano”! ¿Ha renegado de su fe? No, un musulmán jamás.

Cuando Cervantes toma la pluma para escribir este juramento, está llenito de alifafes, sabe que su muerte no está lejos, traspasa su cansancio vital a la obra y, de manera evidente, a su don Quijote. Esos “así es la verdad”, “así es” ...a secas.

Este Cervantes apagado se espabila a si mismo y, de paso, lo hace con los lectores, ahí nos arroja un Cide católico cristiano. Una vez escrito, ¿cómo sale del berenjenal? Lo hace por un camino tortuoso: Cide Hamete ha de decir verdad, sobre el Maese y su mono adivino, de la misma manera que lo haría un católico, obligado por su religión, a no mentir en sus juramentos. ¡Acabáramos!

A continuación, nos invita a retroceder hasta los capítulos del primer libro y recordar a aquel Ginés de Pasamonte, liberado por don Quijote con otros galeotes, en Sierra Morena. Recordad, aquella “gente maligna”, que apedreó a su libertador. Y ¿qué veo? ¡Cielos! ¡Está aquí, al lado de mi ordenador! ¡Va vestido todo de gamuza y con su mono adivino, encima de los hombros! Ya decía yo que la cara del titiritero me era familiar. Me hace señas, desea utilizar este infernal artefacto. Será mejor permitírselo…

Siéntese, siéntese, vuestra merced. Escriba lo que desee, que yo no le pondré impedimento alguno. Ya he dado voz a unos cuantos secundarios; recuerde a Tomé Cecial, a doña Cristina, al primo del licenciado…

¿Secundario dice, amiga mía? Principal de los más principales. Sepa, mujer amanuense , que mi nombre es Ginés de Pasamonte. Ese hidalgüelo, el caballero andante resucitado, tiene la desfachatez de apodarme Ginés de Parapilla. Aunque la culpa no es suya, es de ese Cervantes, ése que moja la pluma y la desliza sobre el papel.


Que advierta, el signor Miguel, que su biografía no está exenta de ciertos asuntillos que le hicieron dar con sus huesos en la cárcel. Así que, no hay ningún Parapilla aquí, que todos somos mitad pillos, mitad santos.

Lo confieso, fui yo el que hurtó el rucio a Sancho Panza. El de la pluma no puso "el cómo ni el cuándo". Tal vez fue falta de memoria del autor, tal vez fue falta de imprenta, no lo sabemos. Aquellos impresores que trabajaban para Juan de la Cuesta tendrían mucho que decir aquí.

Lo más extraordinario del robo fue la traza y modo que usé: le saqué el rucio de entre las piernas, mientras dormía como un bendito. ¿No me creen? Pueden creérselo, el secreto está en la agilidad de mis dedos habilidad, adquirida cuando la necesidad me obligó a extraer las bolsas de monedas de muchas incautas faltriqueras. Como Brunelo sacó a Sacripante el caballo de entre las piernas, así lo hice yo. Como ven, aunque no soy tan erudito como el primo aquel, tengo mi cultura humanística y conozco la obra de Ariosto. Aunque haya acabado de titiritero, fui estudiante en Salamanca ¿No me creen?

Ya, ya sé que tengo fama de mentir como un bellaco…Incluso compuse un gran volumen contando mis hazañas, que algunos llaman bellaquerías y delitos. Fui perseguido por la justicia y determiné pasarme al reino de Aragón., donde no se podían aplicar las sentencias dadas en Castilla. Como ven, soy un “perseguido por causa de la justicia”, soy uno de los que el Maestro llamó bienaventurados.

Me cubrí el ojo izquierdo y un viejo titiritero me enseñó su oficio y, al morir, me dejó su retablo con sus títeres de pasta. Ya saben: el rey, el príncipe, la princesa, el rey moro…Se me dio bien este oficio , que en lo de “jugar de manos” ya tenía yo el doctorado.

¿Y el mono? El mono lo compré a unos ex cautivos que venían de Berbería. El animalillo estaba sin amaestrar, la emprendía a mordiscos con todo el que se acercaba. Con paciencia, y algún coscorrón, conseguí convertir al salvaje en doméstico y enseñarle que, ante cierto gesto mío, se subiese en mi hombro y simulase que me murmuraba al oído. Pero el mono ha de parecer adivino y, para eso, yo me informo, previamente, de lo sucedido en el lugar y a qué personas. Con la ayuda de estas pesquisas, todos creen en la capacidad adivinatoria de Melisendro, que así llamo yo al mico.

Lo primero que hago es mostrar el retablo, con la historia de Gaiferos o con otra de mi repertorio, ninguna triste ni desconocida. Después de los títeres, propongo las maestrías del simio, anunciando que adivino el presente y el pasado, mas no el futuro. No deseo yo problemas con el Santo Oficio. Aunque por la consulta cobro dos reales, rebajo el precio según calibro yo a los preguntantes. En ocasiones, demuestro saber los sucesos de quien no ha preguntado ni pagado, con lo que gano fama de infalible y mis bolsas están llenas a reventar.

En cuanto a don Quijote y Sancho, los reconocí enseguida, al entrar en la venta. Y, como sabía de qué pie cojeaban, me fue fácil ponerles en admiración. Qué cara puso don Quijote cuando dije aquello de “resucitador insigne de la ya puesta en olvido andante caballería”. ¿O tal vez me reconoció? Me miraba con nos ojos…

Ya saben vuestras mercedes que estuve a punto de ser decapitado, cundo don Quijote quiso ayudar a Gaiferos y Melisendra, cortando la cabeza del rey Marsilio. Un poco más y hubiera sido yo otro títere descabezado.

Continúa en la siguiente entrada.


Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el título: Los Reyes Magos no se han enterado de que les faltan los camellos ; al igual que Sancho y Sacripante, con sus jumentos.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/12/los-reyes-magos-no-se-han-enterado-de.html

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