viernes, 22 de agosto de 2014

"Don Quijote de la Mancha...determinó de ver primero las riberas del río Ebro"


El río Ebro


Segunda parte del comentario al capítulo 2.27 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Ginés de Pasamonte en medio de un prodigioso juego de escritura", correspondiente al día 10 de diciembre de 2009.

De repente, el titiritero desaparece. Maese Galeote: ¿volverás algún día? ¿Acaso adoptarás, en un próximo capítulo, una tercera personalidad?

Vuelvo a ser María Ángeles Merino y vuelvo con don Quijote que sale de la venta y decide que todavía falta mucho para las justas de Zaragoza. Como dispone de tiempo, determina ver las riberas del río Ebro.

Durante dos días de camino, el 8 y el 9 de julio de 1614, no le acontece nada digno de ponerse por escrito.

El 10 de julio sube a una loma y desde la cumbre ve a más de doscientos hombres armados hasta los dientes: lanzones, ballestas, partesanas, alabardas, picas, arcabuces y rodelas. ¿Algún Tercio Viejo? No, a juzgar por las extrañísimas banderas. En una de ellas, está pintado un burrito, con la lengua fuera, en actitud de rebuznar. Su leyenda dice: “no rebuznaron en balde, el uno y el otro alcalde”.

Deduce don Quijote que aquella era la gente del pueblo del rebuzno y se lo cuenta todo a Sancho. Recuerda a aquel muchacho, el que llevaba tanta prisa, cargadito de armas. Le habló de dos regidores y no de dos alcaldes. Sancho no da importancia al detalle, que el que empieza de regidor suele trepar hasta la alcaldía. Y tan dispuesto al rebuzno puede estar el alcalde como el regidor. Tan burro puede ser un alcalde como un concejal, o más. ¿No estarán pensando en alguien concreto? Yo, no…Dios me libre.

Más tarde se enteran de como el pueblo sale a pelear con el otro porque se burla de él, tomándole a chacota más de lo que es razonable entre buenos vecinos.

Va acercándose a ellos don Quijote, con gran disgusto de Sancho, poco amigo de estas situaciones, en las que sus doloridos huesos podrían salir mal parados. Los del escuadrón lo recogen como a uno de los suyos y nuestro caballero andante se coloca al lado del pollinesco estandarte, rodeado de los más principales del extraño ejército; los cuales le miran como se suele mirar al de la Triste Figura, por primera vez.

El silencio reina y don Quijote lo aprovecha para dirigirse a estos “buenos señores”. Les suplica que no le interrumpan su razonamiento, si sus palabras son motivo de disgusto o enfado, pueden hacer una señal y él callará.

Todos le dicen que dijese lo que quisiese, que le escucharían. No saben lo que les espera, si estuvieran aquí aquellos pacientes cabreros ¿os acordáis? Salían corriendo, sin preocuparse de sus cabras, seguro.

Continúa en la siguiente entrada.


Un abrazo de María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/12/don-quijote-de-la-manchadetermino-de.html

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