martes, 22 de julio de 2014

Unos árboles altos y sombrosos, una pareja de hecho y el caballero del Bosque.


Éstos son los más altos y sombrosos de los que tengo cerca (la Quinta)

Comentario al capítulo 2.12 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "El Caballero del Bosque", correspondiente al día 27 de agosto de 2009.

No todos los días se vive una aventura con un demonio, un emperador y la mismísima Muerte. No es de extrañar que el caballero y el escudero hablen de ella, después de haberla vivido, mientras cenan del “repuesto”, cobijados por unos "altos y sombrosos árboles”. Me temo que, en la actualidad, no abunden las frondosidades por tierras manchegas.

Sancho se alegra de haber optado por los crías, ante la ausencia de “despojos”, en el último episodio. A propósito, Don Quijote le apunta, con sorna, que si hubieran atacado, podría haberse quedado con la áurea corona imperial. Sancho replica, él ya sabe que las coronas de los emperadores farsantes son siempre de hojalata y Cervantes, que se quedó con ganas de seguir hablando de la farándula y de la carátula, aprovecha la ocasión para que el hidalgo suelte su discurso en torno a un tema de ida y vuelta: el teatro espejo de la vida y la vida como teatro.

El temita nos recuerda a los pobres mortales que cada uno representamos nuestro papel teatral, mejor o peor, hasta que llega la Muerte, da por finalizada la función y ¡fuera el disfraz! Sancho ha oído muchas veces eso del teatro del mundo y así se lo hace saber a su amo. Fue un tópico clásico y medieval, muy del gusto del siglo XVII, aunque el que lo llevó a su máxima expresión, Calderón de la Barca con su auto “El Gran Teatro del Mundo”, era un muchachito cuando Cervantes escribía este capítulo.

Lo apunta Cervantes antes de que se nos ocurra preguntarnos de dónde saca este “simple” la culturilla. Don Quijote nota que su criado ha ganado en “discreción” y se lo hace saber. Incluso ha sido capaz de añadir otro tópico equivalente: la vida humana como partida de ajedrez, cuyas piezas van a parar, al final, al mismo saco. 


Sancho se considera un campo bien abonado por el estiércol de las palabras caballerescas y espera dar buenos frutos. Don Quijote se ríe y considera que a su criado algo de su “discreción” se le ha pegado, aunque muchas veces se despeñe con la ignorancia a cuestas. Lo suyo son los refranes…

Le dan a la húmeda buena parte de la noche hasta que a Sancho se le “cierran las compuertas”, desaliña a su rucio y le deja pastar. La misma libertad da a Rocinante, pero sin quitarle la silla, como lo ordena una vieja costumbre caballeresca.

Y al llegar aquí, Cervantes aprovecha la ocasión para hablarnos de la gran amistad del rocín y del rucio, quiere hacer un alto y dar gusto a ese lector que busca historias para reír. Nos informa de que el autor compuso varios capítulos en torno a esa cuadrúpeda amistad ; pero no los incluyó por guardar la “decencia y decoro”. Tampoco es para tanto, parece ser que los dos animalillos se rascaban el uno a otro y, una vez a gusto, pasaban las horas cuello sobre cuello, así hasta tres días. Amigos con derecho a roce, su amistad fue tan grande como la de aquellos amantes de la antigüedad: Niso y Euríalo o Pílades y Orestes. Bueno, si los compara con ésos, ya entendemos la “decencia y decoro” del autor, que los salvajes tribunales de entonces no se andaban con chiquitas a la hora de castigar la homosexualidad en la hoguera, no así en la antigua Grecia… Sea como sea, su amistad es un ejemplo para los humanos que tan mal entendemos la amistad., que si lanzas, que si chinches… 





Y sigue Cervantes, con mucha guasa, mostrándonos ejemplos de la ejemplaridad animal. Descubrimos que de las cigüeñas aprendimos lo de las lavativas, alguien se debió fijar en un cigoñino metiéndose el pico en…De los perros aprendimos a provocarnos el vómito y a ser agradecidos, esto último lo aprendimos peor…Y más lecciones de más bichillos…

Finalmente Sancho se queda dormido bajo un alcornoque, y su señor permanece dormitando, que no es lo mismo, al pie de una robusta encina. No les dura mucho el sueño porque, poco después, al de la encina le despierta un ruido. Son dos hombres a caballo que rendidos, van a descansar allí mismo. Uno de ellos, para mayor asombro de nuestro hidalgo, parla como recién salido de una novela de caballerías, se deja derribar de la silla, no puede más y cae en tierra con un crujir de hierro viejo. Croc, croc, croc. ¡Lleva las armas puestas! 



Me he encontrado al caballero del Bosque en el centro de Burgos.

Todo alborotado, don Quijote despierta a su criado ¡Aventura a la vistaaaa! No le cabe la menor duda: el tendido es un enamorado caballero andante. Sancho no ve la aventura, sólo oye un ruido como de hojalata. Su señor declara que todavía no es aventura; pero sí el principio. Está emocionado, todo es como en sus amados libros: el enamorado caballero templa un instrumento, se está preparando para cantar sus cuitas de enamorado. Ram, ram. Y lo que canta este poetastro es un soneto malísimo, imitando con poca fortuna a Garcilaso de la Vega, ya quisiera, y rematado con un ¡ay! , la guinda de la tarta.

A continuación, con voz lastimera, se queja de la hermosa Casildea de Vandalia, la “más ingrata mujer del orbe”. El cautivo caballero se consume, peregrina y trabaja duro; mas ella, ni caso. Coqueta y vanidosa, le encanta que le regalen los oídos; no tiene bastante con que navarros, leoneses, andaluces, castellanos y los de la Mancha la confiesen como la más hermosa del mundo… ¡Son muchos, Casildea, guapa!

¡Alto ahí! Menos Mancha, que don Quijote nunca ha confesado algo tan perjudicial a la belleza de su Dulcinea. Pero paciencia, a ver lo que sale por esa boca...

Pero el caballero del Bosque oye que hablan de él, interrumpe sus lamentos y pregunta quién va ,con el lenguaje propio de los caballeros andantes. Don Quijote contesta y está encantado, hablando de caballero a caballero, de afligido a afligido. ¡Y lo coge del brazo! ¡Y le invita a sentarse! ¡Y se sientan en paz, aunque mañana vayan a romperse la cabeza!No te adelantes, narrador sabelotodo...

El del Bosque pregunta a don Quijote si es enamorado, “por ventura”. El de la Triste Figura lo es “por desventura…aunque los daños que nacen de los bien colocados pensamientos antes se deben tener por gracias que por desdichas “. El del Bosque habla de desdenes ¿Desdenes? Nunca…y aquí mete el cucharón Sancho Panza que califica a Dulcinea de “borrega mansa”.

El del Bosque se extraña de un criado tan parlanchín, tan atrevido, “que se atreva a hablar donde habla su señor”,. Mira que el suyo no despliega los labios...


Sancho protesta, él ha hablado y puede “hablar delante de otro tan…” Pero el escudero del Caballero del Bosque le coge del brazo y le invita a que vayan, los dos, a donde puedan hablar en la intimidad, “escuderilmente”. Entre ellos “pasará un gracioso coloquio”, lo veremos en el siguiente capítulo.

Un abrazo para todos de: 


María Ángeles Merino


Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/08/unos-arboles-altos-y-frondosos-una.html


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