miércoles, 2 de julio de 2014

Una historia “tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes”



Comentario al capítulo 2, 3 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Aparece Sansón Carrasco", correspondiente al día 25 de junio de 2009.

Sancho se va y don Quijote se queda pensativo. Cervantes aprovecha las cavilaciones de su criatura para llamar nuestra atención acerca de la incongruencia cronológica con que comienza esta segunda parte. El lector avispado se habrá dado cuenta: hace un mes que el carro de bueyes llegó a la aldea y ya circula impreso el libro que lo narra. Impreso y leído y comentado por todas partes…es demasiada celeridad, ni viajando en hipogrifo...

El escritor sabe muy bien del largo y tortuoso camino de sus manuscritos hacia la “estampa” y, más luengo aún, el que conduce a un libro hasta la boca de la gente, para bien o para mal. ¿Quién puede realizar estos prodigios que no sea un sabio encantador? Un sabio amigo que engrandecerá sus hazañas, no puede ser de otra manera, siendo de caballero andante.

Pero si es Cide es moro y si es moro es falsario, embelecador y quimerista...Lo correcto entonces era decir eso. Bin Laden, tranquilo, tú no has oído nada…

De qué le vale tener a raya sus naturales movimientos, pobre hidalgo qué esfuerzo, si va ese hijo de Alá y se inventa alguna indecencia de su decentísima Dulcinea.
Aquí tenemos a Sancho con el bachiller Sansón Carrasco, un Sansón bajito, deseoso de burla, a pesar de sus respetables hábitos y sus cuatro órdenes de ostiario, lector, exorcista y acólito. No, ostiario no es lo que pensáis, era el que abría la iglesia…

Buen lector y empapado del espíritu caballeresco y quijotesco, se arrodilla, le coge las manos, dedica parabienes al autor, el moro, y al traductor, el cristiano, hasta que el homenajeado le hace levantar.

Don Quijote pregunta con avidez si hay historia suya y la hay: más de doce mil libros, varias ediciones en lugares distintos, traducciones…

Sansón da unos datos poco precisos que han dado pie a alguno para romperse la cabeza a la busca de la edición fantasma, pero dadas las características sansonescas… menudas ganas de divertirse tiene el reciente bachiller por Salamanca.

El de la Triste Figura desea saber si su fama es buena y lo es: gallardía, ánimo, paciencia en la adversidad, honestidad, continencia en los amores. Mi señora Dulcinea o doña Dulcinea, qué más da, no seas tiquismiquis Sancho.

También anhela conocer cuáles de sus hazañas son las más celebradas y este capítulo se convierte en una revisión. ¿Qué es lo que más ha gustado? Molinos, batanes, carneros, galeotes, vizcaíno…Todo está en el libro, incluso lo de Rocinante tirando los tejos a las hacas galicianas, incluso lo de las cabriolas de Sancho en la manta o en el aire. Hay para todos los gustos, ya hemos visto que Cervantes quiere seducir a lectores de todo tipo, ofreciendo un amplio menú.

“No hay historia en el mundo que no tenga sus altibajos”, dice don Quijote y el bachiller, como si recibiera el campanazo de salida, comienza airear los defectos de la obra. Y Cervantes se convierte en crítico de sí mismo: los excesivos palos, la ínsula prometida, la inserción forzada de “El curioso impertinente” y los maravedíes de la maleta, en paradero desconocido. Y para todo ello posee una o varias respuestas.

En cuanto a los palos ofrece tres puntos de vista. El escudero, dolido por sus cardenales, afirma: “Ahí entra la verdad de la historia” .El hidalgo, apaleado pero orgulloso, opina que, si no altera la verdad, no hay por qué contar lo que pueda contribuir al menosprecio del protagonista.

El bachiller, distingue al poeta del historiador y sostiene que este último no puede obviar nada.

Sancho reivindica protagonismo que Sansón le concede como “segunda persona de la historia” y favorito de muchos lectores. Pero le reprocha su credulidad en la promesa de la ínsula. Don Quijote, no se lo cree ni él, considera que su escudero será, con los años, un buen gobernador. Pero Sancho lo desea ya, no quiere ser un Matusalén gobernador. Don Quijote pone en evidencia su ignorancia cuando le advierte que los gobernadores saben Gramática. Sancho manifiesta entender de “gramas”, unas hierbas, pero no de “ticas”…ración de risas para el que busca un libro cómico, que para todos hay.

Sigue la revisión de las tachas y pasan a la de “El curioso impertinente”. ¿Por qué se colaron Anselmo y Lotario en la venta de Palomeque? Don Quijote nos deja boquiabiertos cuando leemos: “que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que a tiento y sin algún discurso se puso a escribirla, salga lo que saliere”. ¿Está confesando Cervantes que no la escribió él? ¿O se está excusando por haberla escrito “a tiento”, en un momento de precipitación? Cuando nos relata la anécdota del gallo y el pintor ¿Está reprochando a sus lectores que necesiten comentario para entender su historia?

Al oír eso Sansón deja las faltas y pasa a las virtudes: clara, trillada, leída, sabida, ni una palabra deshonesta, ni un pensamiento hereje. ..Niños, hombres, viejos, pajes, señores…todos la leen o la manosean. ¿Quiénes faltan?…esas no leen.


Don Quijote, como un niño egocéntrico, no se explica por qué el autor se valió de cuentos ajenos, habiendo tanto que escribir de lo suyo, más que el Tostado podría haber escrito. Sus pensamientos, suspiros, lágrimas… ¿puede haber algo más interesante?

Cervantes, a través del loco cuerdo y del bachiller socarrón, pasa a opinar sobre los autores , en general. Que nos quede claro, no es escritor cualquiera. ” Es menester un gran juicio y un maduro entendimiento para componer cualquier obra “y mayor todavía para las “gracias y donaires”. Aunque hay quien hace libros como buñuelos, no hay ningún libro tan malo que no tenga algo bueno. Y cuidado con la estampa, que allí los libros se miran con más detenimiento y se ven más las faltas. Y si es un autor famoso, se escudriñan más, bien lo sabe ahora que le ha llegado la fama. Y los envidiosos que los juzgan, son tal vez, de los que no han escrito jamás nada. A éstos hay que pedirles benevolencia, dado el gran riesgo que corre un autor que imprime un libro, siendo imposible contentar a todos los que le lean.

Pero el que trata de don Quijote ha contentado a muchos y Carrasco lo dice de una forma muy poco considerada , aunque tal vez el latín suavice la grosería: “como infinito es el número de los tontos, infinitos son los que han gustado de la tal historia”. Entre estos tontos, entre los que me cuento, hay quien ha reparado en lo del burro que aparece y desaparece.

Y ahora, Sancho, viene lo peor ¿qué pasó con los cien escudos de la maleta? El escudero quiere que le trague la tierra, se pone malito, muy malito ¿Un “desmayo de estómago? ¿Qué mal es ése? Dos tragos de vino añejo serán la autorrecetada medicina…la tomará en su casa, con su mujer que algo tiene que ver en esto. En cuanto acabe de comer, volverá y rendirá cuentas. Se va…
Don Quijote ruega al bachiller que se quede a hacer penitencia con él, fórmula cortés, un tanto alambicada que se usaba para invitar a comer en casa. Comen lo ordinario, con dos pichones de añadidura, hablan y duermen la siesta. Sancho volverá y seguiremos, pero será otro capítulo.

Un saludo a Pedro Ojeda y a los que nos visitan.


María Ángeles Merino

Copiada del blog "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

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