jueves, 3 de julio de 2014

Eso allá se ha de entender con los que nacieron en las malvas...


—Eso allá se ha de entender —respondió Sancho— con los que nacieron en las malvas, y no con los que tienen sobre el alma cuatro dedos de enjundia de cristianos viejos, como yo los tengo...




En el capítulo anterior, Don Quijote y Sansón comían y dormían la siesta juntos, tal vez en un estrado o habitación con cojines en el suelo… Acaso Sancho, en su casa, no la durmió, a pesar del efecto soporífero del vinillo añejo. Tal vez no paró de dar vueltas al magín, preparando sus respuestas al asunto del burro y al de los escudos: “A lo que el señor Sansón dijo…digo que…”
Entramos en el capítulo IV… seguro de sí mismo, éste no es el Sancho que temblaba de miedo con los ruidos de los batanes. Además, ocupa tanto sitio en la página que arrincona al narrador sabelotodo. Ahora están los tres juntos, hay algunos gazapos que enmendar y de los más gordos se va a ocupar el escudero.

Comienzan con lo del burro que aparece y desaparece, ése que yo llamé Guadiana. ¿Tanto se ha quijotizado o se ha pasado con los tragos del añejo? Sancho Panza, un labrador manchego, harto de montar en pollino, que va y cuenta que le desmontan cuando está dormido, le ponen sobre la albarda sostenida por cuatro estacas y en lugar de darse un batacazo, que es lo que está de acuerdo con las leyes de la Física, sigue dormido sobre la almohadilla. Sustraen al animalito y vuelve a verlo en manos de Ginés, el ex galeote. Y va su amo, que ése sí está quijotizadísimo, como Don Quijote que es, y afirma que eso es cosa fácil, que ya le ocurrió a un tal Sacripante, cuando un ladrón le sacó el caballo de entre las piernas. ¿Todo arreglado con la fantástica explicación? No, que el autor escribe que Sancho va en el rucio cuando todavía el jumento no había aparecido. Ante esta última tacha, responde la criatura, qué descaro, cuestionando a su propio creador:”el historiador se engañó”. La que ha liado en el mundo de la ficción, pobres escritores, a partir de ahora los personajes se les van a subir a la chepa…

Sansón pasa a un asunto más espinoso: ¿qué pasó de los cien escudos? A esto, responde Sancho todo seguido, sin titubeos. Los gastó en sus necesidades personales y familiares, como justa paga a sus servicios. Cuestión de mera supervivencia y de paciencia… de la sufrida Teresa Panza. Y la suma no cubre los palos recibidos, echen cuentas. Como la conocida marca de cosméticos: porque yo lo valgo.

Ahora es don Quijote el que pregunta por esa segunda parte inexistente, Sansón, lógicamente, sólo puede hablar de lo escrito en el último capítulo y de lo que llega a sus oídos. Y lo que ha llegado es la opinión de los enemigos de las segundas partes, en general, y del Quijote, en particular. También se hace eco de los “joviales”, los amantes de reírse con las embestidas de don Quijote y las palabras rústicas de Sancho, ese tipo de público al que Cervantes siempre reserva algo, aunque , tal vez, prefiera a los “saturninos” ,melancólicos y reflexivos. Pero, de todas maneras, tendremos segunda parte, que el autor la está buscando diligentemente y en cuanto la encuentre, llevará la historia a la imprenta, llevado más del interés más que de la alabanza. Famoso pero pobre, Cervantes es sincero…

Sancho advierte al “señor moro” que si mira al dinero, lo que hará será trabajar deprisa y mal, harbará como harba un sastre en Pascuas. Que atienda Cide Hamete, que le van a dar trabajo para cien partes. Hay que ver qué animado está el escudero, esta vez se adelanta a su señor:” si mi señor tomase mi consejo ya habíamos de estar en esas campañas deshaciendo agravios y enderezando tuertos, como es uso y costumbre de los buenos andantes caballeros”. Una vez dicho esto, relincha Rocinante y don Quijote, tomándolo como felicísimo agüero, “determinó de hacer de allí a tres o cuatro días otra salida”.

El bachiller le aconseja que comience su jornada dirigiéndose a Zaragoza, donde se celebran unas justas en las que podría ganar fama; pero le advierte que tenga cuidado con su vida ,que no es suya sino de los menesterosos a los que socorre. ¿Irá nuestro hidalgo a Zaragoza? No adelantemos acontecimientos…

Sancho quiere dejar claro que su señor será capaz de acometer valientemente a cien hombres armados ,como si fueran melones ; pero él se limitará a ser sólo escudero y no pondrá mano a la espada, que eso no figura en el convenio, ni siquiera contra villanos. Se ocupará de la limpieza y cuidado de su señor, será el más leal escudero y el mejor. Si su señor quiere agradecerle sus servicios con una ínsula…bien. Y si no es así, no pasa nada, sólo en Dios confía el nacido, no en otro hombre. Dice: “Sancho nací y Sancho pienso morir”. En la rígida sociedad estamental, su condición no puede cambiar; pero no ha de ser tan necio de rechazar lo que le ofrezcan sin riesgo. No, de necio no tiene nada y habla como un catedrático, como dice Carrasco. Nos chirria un poco porque habla demasiado bien…

Sancho se siente capaz de gobernar una ínsula y también un reino. Sorprende la seguridad en sí mismo que muestra en este capítulo: “yo he tomado el pulso a mí mismo y me hallo con salud para regir reinos y gobernar ínsulas”. ¿Qué tendría el vino añejo? Y de olvidar a los suyos cuando sea gobernador, nada de nada; que eso lo harán los que no son cristianos viejos como él, los que “nacieron en las malvas”, los de bajo y vil nacimiento.

Don Quijote, que ya ve ese gobierno delante de sus ojos, ruega al bachiller que le componga unos versos para despedirse de Dulcinea. Ha de ser un acróstico donde se lea Dulcinea del Toboso. Sansón le responde que él no es “de los famosos poetas que había en España, que decían que no eran sino tres y medio”. ¿Quiénes son estos casi cuatro poetas? No sabemos a quiénes se puede referir Cervantes, aunque seguro que uno de ellos es el Lopillo de sus pecados…El nombre completo es de dieciséis letras, hay un problema con las estrofas, lo solucionará embebiendo una letra.

Quedan en partir al cabo de ocho días, Carrasco lo promete, no dirá nada a los que estorbarían su aventura…Uyyyy. Sancho se va a preparar lo necesario. ¿Partirán en el capítulo que viene?

Un saludo a Pedro Escudero y a los que pasáis por aquí.

María Ángeles Merino


Copiado del blog "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

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