domingo, 15 de junio de 2014

"Una estéril y desierta playa del mar, las más veces proceloso y alterado"




"Ya no hay ninguno que ...pise una estéril y desierta playa del mar, las más veces proceloso y alterado, y hallando en ella y en su orilla un pequeño batel sin remos, vela, mástil ni jarcia alguna , con intrépido corazón se arroje en él, entregándose a las implacables olas del mar profundo..."`

Comentario al capítulo 2,1 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Volver donde lo dejemos", correspondiente al día 11 de junio de 2009.

"De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad "

Un mes, ha pasado un mes, que no diez años y, de la mano del cronista Cide Hamete Benengeli, vamos a reencontrarnos con nuestro hidalgo. ¡Qué visión! Nos recibe en la cama, seco y amojamado …Una momia ¡con ropa interior de lana verde y gorro de dormir colorado!

El cura y el barbero nos llevan hasta ese reencuentro, vamos a ver qué tal está. Hay que comprobar esa mejoría, ante la que se muestran tan escépticos. El ama y la sobrina no han dejado de informar y han cuidado al enfermo con una alimentación “confortativa, una dieta apropiada para el corazón y el “celebro”, hay que contrarrestar el exceso de humores, creo. Ahora, las dos mujeres aseguran que su señor da muestras de estar en su sano juicio.

Por si acaso, ni tocar la andante caballería, las suturas puede descoserse. Preguntas y respuestas corteses acerca de su salud, la conversación se desvía y platican sobre “modos de gobierno”, o sea, política. A la república la dejan como nueva y Don Quijote habla con tanta discreción que los examinadores dan por cierta su cordura. Pero el cura quiere someter a don Quijote a la prueba del fuego y conduce la conversación hacia el inminente ataque del Turco.

Y, ahí, don Quijote se despeña con toda su locura caballeresca, manifestando que él sí tiene un buen consejo para el rey y no se trata de un impertinente arbitrio de los que Su Majestad recibe constantemente. ¿Qué se ha creído el señor rapador? He aquí la solución: tras un pregón real, que se junten todos los caballeros andantes, que ellos sí podrán con el Turco, puesto que si uno sólo puede con doscientos mil hombres…Y nuestro hidalgo empieza el despliegue de su erudición caballeresca, despiertan los Amadís y los Belianís, luego saldrán muchos más.

La sobrina se desespera y el barbero narra el cuento de un hombre, encerrado por sus parientes en la casa de los locos de Sevilla, que consigue convencer de su cordura a la autoridad que lo decide, eclesiástica, por supuesto. Cuando se despide de sus compañeros asilados y está a punto de abandonar aquella terrible casa de locos, se despeña de la misma manera que don Quijote y vuelve a ser internado.

Todo es cuestión de dar con el punto de su locura .Si al viejo hidalgo le basta con que le nombren asuntos bélicos, al de Sevilla es la Mitología la que descubre su ausencia de cordura. Si uno de sus compañeros asilados declara ser Júpiter todopoderoso con su rayo, él afirma ser Neptuno que lo inundará todo y ¡hala!…otra vez para adentro.

Don Quijote se muestra irritado con el barbero por la odiosa comparación. Ni Neptuno, ni loco disimulado, él sólo quiere abrir los ojos al mundo, para que vean la necesidad de restaurar la andante y altruista caballería. Ya no hay caballeros de aquellos, a los de ahora les crujen las sedas, no las mallas, unos señoritingos inútiles.

El entusiasmo de don Quijote va creciendo como la espuma al pintarnos la vida de esos héroes que dormían al raso, arrimados a sus lanzas, sin sacar los pies de los estribos…y descubrimos que Cervantes, ay don Miguel le hemos pillado, es como Dorotea o como el canónigo. Ha pasado muchas horas con esas novelas, las ha vivido intensamente, ha devorado glotonamente esas ficciones, a pesar de criticarlas tanto. La pintura se sale del cuadro:


“Ya no hay ninguno que saliendo deste bosque entre en aquella montaña , y de allí pise una estéril y desierta playa del mar... las más veces proceloso..."

Y ahora el gran desfile:¿Quién más valiente? ¿Quién más galán?...Amadís, Palmerín, Tirante, Lisuarte, Belianís, Perión, Felixmarte, Esplandián, Cirongilio, Rodamonte, Reinaldos o Rugero. Lo que ahorraría su Majestad y lo que rabiaría el Turco.

Y no me tome el pelo, señor bacía, que le entiendo perfectamente, mi locura sólo afecta a lo que toca a la orden de caballería. Soy un loco parcial…

Por último, el cura quiere aclarar lo de la existencia o inexistencia real de todos esos caballeros. ¡Gran error! Don Quijote no admite que sean “ficción, fábula, mentira y sueños”. Con sus propios ojos vio a Amadís y puede describirlo, lo mismo que a los otros caballeros. ¡No está curado! ¡Sigue igual que antes de subirlo al carro!

El cura y el barbero siguen la conversación caballeresca, aunque ya no tienen dudas. Entran en el terreno de la burla, “gustando de oír tantos disparates”, algo de lo que seremos espectadores, en esta segunda parte mucho más que en la primera. Morgante medía siete codos y medio de altura, Reinaldos tenía los ojos bailadores, Roldán era barbitaheño y Angélica era una doncella algo antojadiza… Ja, ja, nos da pelos y señales de todos esos personajes de ficción.

El ama y la sobrina dan voces en el patio ¿qué pasa? Acudamos…

Un abrazo de María Ángeles Merino Moya


Copiado de : "Unaestéril y desierta playa del mar, las más veces proceloso y alterado"

Avellaneda dijo que Cervantes tenía pelusa.




 Para pelusas las de los chopos, en Burgos, en junio.

Comentario al prólogo y dedicatoria de la segunda parte del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "A golpes de indignación y mecenazgo (Prólogo y Dedicatoria de la Segunda parte)", correspondiente al día 4 de junio de 2009.

Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha


Prólogo al lector


Alonso Fernández de Avellaneda contestaría a Cervantes con algo semejante a esto:

¡Válame Dios con este Cervantes! Dice que en el prólogo no ha de hallar el lector vituperios. Y diciendo que no lo dice, lo cierto es que me llama “asno, mentecato y atrevido”. Si se llega a decidir a reñirme y vituperarme…

La verdad es que no pude resistir la tentación y coger la pluma. Mi amigo Lope me animó a sacar a don Quijote de su aldea, mira qué aburrido está el buen hidalgo, todo el día contemplando como trajinan el ama y a la sobrina, mientras su lanza se cubre de orín. Sácale de allí y obtendrás más fama que el viejo Cervantes. ¿No niega él mismo su autoría? ¿No dice que fue ese Cide Hamete quien escribió el Quijote desde el capítulo IX en adelante?

Dice que con mi pan me lo coma, con pan candeal y alguna tajada de corderito lechal y con frutas de sartén ¡Faltaría más!

Se me fue la mano llamándole viejo, algo que no está en nuestra mano detener. Tiene razón, los años suelen mejorar el entendimiento, siempre que no se cumplan demasiados…y ya se está acercando a los setenta. Es afortunado, un viejo soldado que no ha visto su vida segada por el morbo gálico, las cuartanas o unas calenturas pestilentes.

Y, en cuanto a lo de manco, qué orgullo el motivado por sus heridas o por su gloriosa manquedad, originada en “en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. ¡Para lo que sirvió la batalla de Lepanto! Sólo tres años después, en 1574, Túnez y la Goleta cayeron en poder de los turcos.

Lo califiqué de envidioso y él confiesa poseer sólo envidia santa; mas seguidamente dice de cierto sacerdote, del cual no sólo admira el ingenio y las obras sino también “la ocupación continua y virtuosa”. Como todos saben que del “Fénix de los Ingenios” se trata, todos entienden la burla, que mi buen amigo Lope pecador es, y muy conocidos sus pecados, y calificarlo de virtuoso…

Le manifesté mi opinión acerca de sus novelas, más satíricas que ejemplares, a mi juicio. Son buenas pero censuran sin servir de ejemplo…Y él, apuntándose una alabanza, volvió el sentido de la palabra “satíricas”, yendo a su significado primero de “variadas”. Y, en cuanto, a lo de ejemplares, él sabrá lo que quiso decir con ese título.

¡Y dice que se contiene!¡Y que debo tener una gran aflición pues escondo mi nombre y mi patria. Afligido no me hallo, mas tuve mis razones para mentir; ni Alonso, ni Avellaneda ni tordesillano…traidor jamás. Todos conocemos a nuestro Alonso tan seco y avellanado.

¡Tentación! La puerta se quedó abierta, el libro terminaba "con esperanza de la tercera salida de don Quijote". Cuando tuve ante mis ojos ese verso extraído del “Orlando furioso”, el que dice: "Quizá otro cantará con mejor plectro”, pensé que me señalaba a mí. ¡Fama y dinero!

¿Qué me quiere decir con los cuentecitos de perros y locos? ¿Mi labor sólo ha sido hinchar una obra ya escrita? ¿He dejado caer una losa sobre su libro? ¿Me está amenazando?

En cuanto a las ganancias, si hay para los dos, miel sobre hojuelas. Me place que el teatro y la perendenga saquen de la pobreza a Cervantes, junto con el de la triste Figura. Y los dos príncipes que, por su bondad le favorecen, el conde de Lemos y el ilustrísimo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas. ¡Sin adulación y sin aplauso! ¡Favorecido por los altos y nobles espíritus!

Veamos la dedicatoria que escribe para el de Lemos. A juzgar por sus palabras, se ha visto obligado a encaminar, a toda prisa, a su don Quijote, para aliviarse de las nauseas que mi don Quijote le ha producido. ¡A mí me causa hámago leer el cuento ése del emperador de la China! Lo confiesa, está enfermo y “muy sin dineros”; aunque el conde lo sustente y lo ampare. No lo dudo, no, amigo Cervantes, que ciertamente conoces mi nombre…

En cuatro meses tendrá lo de Persiles y Segismunda, y besa las manos, los pies , lo que haya que besar. Criado de Vuestra Excelencia, así concluyes la dedicatoria, Miguel. Dices bien…

Firmado por ése que tú conoces tan bien, amigo de ése que tanto envidias.


Un abrazo a Pedro y a los que nos visitan


María Ángeles Merino Moya

Copiado de http://aranitacampena.blogspot.com.es/2009/06/avellaneda-dijo-que-cervantes-tenia.html

domingo, 1 de junio de 2014

Esto de los versos no puede quedar así! ¡Por todos los demonios! ¡Académicos de Argamasilla!

Aquí dormía Sor Austringiliana su sueño eterno (Palacios de Benaver, Burgos)


Para este comentario, Abejita de la Vega cede la palabra a Sor Austringiliana que posee la capacidad de viajar a través del túnel del tiempo. Se trata de un personaje ficticio que nada tiene que ver con don Quijote, pero que nació como fruto de mi imaginación en momentos difíciles para mí.

Alabado sea nuestro Señor Jesucristo, tal vez sus caridades no me conozcan. Soy una humilde hermana que dormía su sueño eterno de ocho siglos, en mi monasterio castellano, bajo un pequeño ciprés. No sé cómo fue, pero acabé transportada hasta el pecador siglo XXI. Allí, una fuerza misteriosa, me introdujo en unos infernales canalículos que llaman Internete. Allí soy forzada a penetrar en unas luminosas cajitas.


Compartí uno de esos canalículos, con otra monja, Sor Leandra; la cual tuvo a bien darme cuenta de su vida terrenal, en un siglo que llamaron de Oro, con el XVI como número. Se lamentaba de que su padre la hubiera encerrado a la fuerza en un monasterio, con tan solo quince años, por haber seguido los pasos a un seductor soldado llamado Miguel de Cervantes que luego fue renombrado escritor.


Solicitome la ayudase que ansiaba encontrar al ectoplasma de aquel a quien tanto amó. Sospechaba que, al igual que nosotras, había sido capturado por los canalículos del satánico invento, ¡Y lo hallamos! Permanecía inmóvil y silencioso, agazapado junto a una cajita luminosa que, diabólicamente, alternaba la villa del Pisuerga con la del Arlanzón. Hubo un fantasmal abrazo entre los dos viejos amantes. Abrazo y…algo más. Que aunque no tengamos cuerpo…


El del brazo enfermo nos informó de que, por allí, escribían constantemente acerca de su don Quijote y de otras sus criaturas, hijas de su pluma. Los mensajes eran muy extraños, hablaban de acequias, blogs, entradas, comentarios… Alzó la voz para decir: ¡Pero esto de los versos no puede quedar así! ¡Por todos los demonios! ¡Académicos de Argamasilla! ¡Hoy quiero ser yo el que se comunique con ese dómine que declara llamarse Pedro Ojeda Escudero!

El comentario propiamente dicho comienza aquí:

Mi nombre es Miguel de Cervantes Saavedra, autor del renombrado, traducido e impreso libro del que vuesa merced comenta: “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Mi vida era la propia de un fantasma vagando por aquellos conocidos lugares, los cuales fueron escenario de mi desdichada y azarosa vida terrenal: Compluto, Madrid, Nápoles, Lepanto, Argel, Madrid, Valladolid…También acudía a las más lejanas poblaciones del orbe donde hablaban de mí y de mi obra, mas caí atrapado en estos canalillos donde bullen las www, habiendo elegido éste que llaman “La acequia”, el cual me es especialmente grato por lo que dejan escrito en torno a mis capítulos.

Mas al llegar al último de mi primera parte, mi vista ha topado con unos versos que son dignos de una recta interpretación.¡Académicos de Argamasilla! ¡Académicos de tabernas donde escancian el buen vinillo de Arganda! ¡Y yo era uno de ellos! Monicongo, Caprichoso, Paniaguado, Burlador, Cachidiablo, Tiquitoc y yo. Los siete habíamos sido camaradas, puesto que asistimos a las mismas clases del gramático López de Hoyos, en el Estudio de la Villa de Madrid. Nos denominábamos académicos de la Argamasilla y, en torno a una mesa de taberna y una jarra de vino, competíamos por ver quién acertaba a escribir el mejor soneto, burlesco o amoroso, con o sin estrambote. Los míos eran los más loados por el maestro y ello me convertía, en muchas ocasiones, en blanco de sus pullas.

Al cabo de muchos años, cuando ya éramos hombres maduros, la academia de Argamasilla volvió a reunirse en uno de sus locales habituales. Me encontraba finalizando el capítulo LII del Quijote, deseaba rematarlo de forma adecuada, dejando la puerta entreabierta. Compartí mis dudas con mis viejos compañeros de estudios ,a los cuales había leído fragmentos de mi libro. Uno de ellos mandó a un criado que trajera lo necesario para escribir, en ese mismo lugar, entre vasos de vino. Alguien, no recuerdo quién, ideó la historia de la caja de plomo enterrada en los cimientos de una ermita, con unos pergaminos. Entre todos redactamos lo del hallazgo. Cada uno escribió el epitafio o soneto que figura encabezado con su sobrenombre. Escribí las últimas líneas, ya conocen vuestras mercedes lo de los versos con letra carcomida, el académico que los sacará a la luz…

¡Qué versos más malos! ¡Llamar calvatrueno a don Quijote! ¡Hasta el mismo Aranjuez lo conducen!¡O hasta Catay!¡Rolliza y amondongada a Dulcinea! ¡Sancho majadero! ¡Qué rimas más forzadas! Deposité lo escrito en la taberna encima de mi mesa, al lado de mi manuscrito, casi finalizado.¡Mañana tendría tiempo de escribir otro final mejor para el capítulo!

Al día siguiente, permanecí en el lecho toda la mañana, con la cabeza como golpeada con un batán. Cuando me levanté, mi sobrina me dijo que el chico del impresor había estado en casa, pidiendo el manuscrito para imprimirlo y, siguiendo las instrucciones de su padre, se había llevado todos los papeles que yo había colocado encima de la mesa. ¡Los cincuenta y dos capítulos más lo de la taberna! Fui a explicárselo al impresor, pero a éste le había parecido de perlas ese remate final y yo… cosí la boca.

Cuatro siglos después he confesado mi falta de autoría en ese final, forjado entre jarras de vino tinto y blanco. Por último, he de decirles que he aprendido la lengua de estos castellanos del siglo XXI y los imito ya bastante bien. ¡Como que soy un genio de las letras!

Creo que me están apagando...

María Ángeles Merino

Un saludo para todos