domingo, 6 de abril de 2014

Doña Clara duerme, ¿por qué la despierta Dorotea?


Ahora leo el Quijote aquí, en la edición de Francisco Rico.





Una doncella está durmiendo plácidamente, alguien la despierta para que oiga una bella voz. ¿Quién canta? Le comunican el posible origen del cántico, pero no, no es eso… la joven reconoce inmediatamente el tono de su enamorado. ¿Qué me recuerda esto? …¡Ya está! ¡El romance del Conde Olinos! Doña Clara, la hija del rey, Dorotea, la reina-madre de la princesa, el mozo de mulas y la sirenita del mar.

"Madrugaba el conde Olinos,

mañanita de San Juan,


a dar agua a su caballo


a las orillas del mar.


Mientras el caballo bebe


canta un hermoso cantar:


las aves que iban volando


se paraban a escuchar.
...


Desde la torre más alta


la reina le oyó cantar:


-Mira, hija, cómo canta


la sirenita del mar.


-No es la sirenita, madre,


que esa no tiene cantar;
es la voz del conde Olinos,


que por mí penando está.

..."

Hemos visto, en muchas ocasiones, a Cervantes, beber en la fuente del romancero .La última, cuando el cautivo cita a la Cava de don Rodrigo ¿Tendría ahora, en su pensamiento, una de las múltiples versiones de este conocidísimo romance viejo? El esquema es el mismo. Un jovencísimo “señor de lugares”, que no mozo de mulas, se acerca a la venta, entonando armoniosamente una canción. Un marinero navegando en un piélago profundo, guiado por una “estrella”…Clara, la hija del oidor, duerme profundamente y Dorotea la despierta porque ¡no quiere que la jovencita se pierda el oír tan buena voz! ¿No queda esto un poco forzado? ¿A santo de qué se despierta a una muchacha a la que se acaba de conocer? …

Y en cuanto oye el cantar, se pone a temblar como si tuviera fiebres de las que se repiten al cuarto día, padecimiento muy habitual en aquellos tiempos, en los cuales cierto mosquito campaba por sus respetos. Pero no se trata de mosquitos sino de moscones, o mejor dicho, de noble moscón cantor.

Clara se abraza a una Dorotea, confidente de una muchacha sin madre y, ay, perdidamente enamorada .El señor de lugares tiene el mejor lugar en su alma. Y, ante lo imposible de su amor, mejor no ver, ni oír para no sufrir. La del bello pie se solidariza con la adolescente, ella ha vivido algo semejante, y se admira de la discreción mostrada, a pesar de sus dieciséis años no cumplidos. Un amor juvenil nacido entre lienzos y celosías, recordemos aquello de “madre la mi madre guardas me ponéis, mas si yo no me guardo, no me guardaré”. Manifiesta la hija del oidor: “yo no sé lo que fue, ni lo que no, que este caballero, que andaba al estudio, me vio, ni sé si en la iglesia o en otra parte”. Un amor prohibido por las distancias sociales, Clara lo ve muy claro: “¿qué fin se puede esperar, si su padre es tan principal y tan rico que le parecerá que aun yo no puedo ser criada de su hijo, cuanto más esposa?”.

Él la seguirá cuando ella parta, con su padre, hacia Sevilla, donde tomarán el camino de las Indias. El estudiante la sigue en hábito de mozo de mulas, de venta en venta; pero estamos ante una hija obediente que no se casará jamás “a hurto” de su padre. Dorotea, experta en estas lides, ríe al oír las palabras de una niña inexperta que expresa no saber “por dónde se ha entrado este amor que le tengo, siendo yo tan muchacha y él tan muchacho”.

En la venta se impone el sosiego pero las dos “semidoncellas”, Maritornes y la venterita, tienen ganas de oír los disparates de don Quijote que está fuera de la venta, armado y a caballo. Y si pueden gastarle una broma… El discurso de nuestro caballero andante no tiene desperdicio, tras declarar la perfección absoluta de Dulcinea en todos los ámbitos, se dirige a la luna y al sol. A la luna, luminaria de las tres caras, para que le dé nuevas de su enamorada. Al sol, para que salude a la del Toboso, pero ojito con acariciarla, que nuestro hidalgo es muy celoso.

La hija del ventero cecea para que el buen hombre se acerque al agujero de sacar la paja, lo más parecido a una ventana que posee la venta. Se le representa que una hermosa doncella, vencida de su amor, le solicita .y, aunque no puede traicionar a Dulcinea, no ha de ser descortés. Siempre que no pida amor, aunque sean las guedejas culebreras de la Medusa…Así lo manifiesta, pero Maritornes, en el papel de dueña, le informa de que su señora sólo necesita su mano” por poder deshogar con ella el gran deseo que a este agujero la ha traído”.Don Quijote accede, no es para besar sino… para que la dama, palpando nervios, músculos y venas considere la fuerza de su brazo. Nuestro hidalgo no es de piedra y un favorcillo de nada, tratándose de una dama…

La pícara moza lo ata por la muñeca con el ronzal del burro de Sancho y lo deja de pies sobre Rocinante, sin poderse mover. Otra vez, piensa, ha sido víctima de un encantamiento y considera que ya debería haber escarmentado. Qué juiciosos es, a ratos, este hombre. Se alternan en su cabeza los pensamientos propios de un hombre normal y los de un loco que delira. Allí…allí…allí…allí. La espada de Amadís, dónde está Sancho, los sabios en mi auxilio, voy a estar atado eternamente….Bramaba como un toro.

Pero al amanecer llegan a la venta unos hombres a caballo y con escopetas que se burlan de este estrafalario personaje, atado y colgado de un brazo, que denomina castillo a una vulgar venta. ¡Y le llaman ventero! Y la rechifla es mayor cuando les asegura de que, dentro, hay personas con corona y cetro ¡Con corona! ¡Será gente del teatro ambulante!

Una de las cabalgaduras de los visitantes coquetea con Rocinante, que se mueve y tira de su señor, provocándole un tremendo dolor, similar al de la tortura llamada “garrucha”. Cervantes, tal vez, la conocía por algo más que de oídas, ya que nos lo explica así:” puestos a toca, no toca, que ellos mesmos son causa de acrecentar su dolor, con el ahínco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa, que con poco más que se estiren llegarán al suelo”.Así cantaban lo que hiciera falta, más que el mozo de mulas.

A ver qué pasa con Clara y su “señor de lugares”. Será en el próximo capítulo.

Un abrazo para Pedro y todos los que visitan “La acequia”.

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