domingo, 20 de octubre de 2013

Ahechando perlas y cañutillo de oro, bordando polvo de cereal y piedrecillas. Uy, nooo, me he hecho un lío...

¿AHECHANDO TRIGO O BORDANDO?



Posibles títulos:
• Ahechando perlas y cañutillo de oro, bordando polvo de cereal y piedrecillas. Uy, nooo, me he hecho un lío..
• Este capítulo huele a trigo y… a sobaquillo.
• Tres clases de trigo: candeal, rubión y trechel.
• Andrés marcha a Sevilla. Lázaro vence a Amadís.

A Sancho no le queda más remedio que mentir, la bola crece y crece. Don Quijote pregunta, pero sugiere la respuesta. Desea que le regalen los oídos, una Dulcinea gran dama, ahechando perlas y cañutillo de oro, bordando polvo de cereal y piedrecillas. Uy, nooo, me he hecho un lío...bordando con perlas y cañutillo de oro.

Sancho, tú no la ha visto ¿qué más te da mentir un poco más? Pero el escudero ajusta su mentira a una imagen compatible con la de una labradora. Y nos entramos en un corral manchego, donde Aldonza, que no Dulcinea, está ahechando trigo. Huele a trigo candeal, trechel o rubión. Cuánto sabe de trigo este Cervantes, comisario de provisiones de la Armada Invencible. Aunque el trigo sea rubión, el pan será candeal. Pero tú, Sancho, hazte idea de que son perlas, qué pronto has vuelto, cree en lo que yo quiero creer.

¡Cómo huele este capítulo! Huele a trigo y…a sobaquillo. Don Quijote atribuye a su idealizada Dulcinea olores señoriales. Imagina un olor sabeo, ¡a incienso!, o un olor a guantes perfumados con ámbar gris, delicadísimo producto de perfumería. Estas fragancias no triunfarían en los anuncios navideños de ahora, imaginaos “Eau de Botafumeiro”… Aldonza trabaja duramente, en el corral, con los costales y la criba, en un día de mucho calor. Sudorosa, correosa…con el hedor propio de alguien que no se cambia de ropa. Su olor es hombruno, huele como el mismo Sancho que ya lleva días por esos caminos.

La última parte del capítulo está dedicado al retorno de Andrés, el muchacho al que don Quijote libró, eso creía él, de la paliza de un amo furioso. Ahora sabemos que el pastorcillo recibió muchos más palos, después de aquello. Regresa para echárselo en cara a don Quijote y para advertirle de que no le ayude nunca más. Se va para Sevilla, allí suponemos que se convertirá en un pícaro del patio del Monipodio o algo parecido. Lázaro ha vencido a Amadís.


Un abrazo para Pedro y los visitantes de “La acequia”


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